*Análisis publicado previamente en el Blog del Real Instituto Elcano.

En repetidas ocasiones desde hace varios meses y especialmente a lo largo tanto de la precampaña como de la propia campaña electoral, venimos escuchando que estas elecciones son diferentes, incluso “históricas”. 

Varias cuestiones son las que se han puesto sobre la mesa para justificar esto: entre ellas, que se trata de las primeras elecciones que se llevan a cabo tras el estallido de la crisis, y que, además, son las primeras tras la adopción del Tratado de Lisboa, que dota al Parlamento Europeo de más poderes que nunca, entre los que se encuentra la posible elección indirecta del Presidente de la Comisión Europea.

Sin embargo, estas elecciones que acaban de comenzar (ayer mismo se votó en Países Bajos y Reino Unido; hoy se hará lo propio en Irlanda y República Checa; mañana en Eslovaquia, Letonia, Malta y también en la República Checa; y, finalmente, el domingo en el resto de los 28 países que componen la UE, incluyendo España) no van a ser diferentes  si las vemos desde una perspectiva nacional. ¿Por qué? Al menos hay cuatro motivos claros:

  1. Baja participación:

En línea con las estimaciones en el conjunto de la Unión Europea, ninguna proyección apunta hacia la mejora de unos resultados que ya eran muy bajos en las anteriores elecciones (44,9% en España, por un 43% de la media comunitaria). A esa baja participación se le añade un gran desconocimiento en asuntos europeos, que se manifiesta en todas las encuestas: así, hasta un 81% de los españoles -según el último Eurobarómetro- señala su ignorancia total o casi absoluta en estos temas; igualmente, en el último Barómetro del Real Instituto Elcano, el 69% de los encuestados no sabe quién es el Presidente de la Comisión Europea y el 81% no sabe qué es la Política Agraria Común. Ni las “grandes novedades” de estas elecciones ni la insistente campaña institucional del Parlamento Europeo parecen tener éxito en movilizar al electorado y ayudar de esa forma a remontar unos números que no dejan de descender desde las primeras elecciones democráticas de 1979.

  1. Papel aún predominante del bipartidismo:

¿Está realmente el bipartidismo en crisis en España? Lo cierto es que estas elecciones podrían contener todos los posibles elementos para que PP y PSOE lograran unos resultados muy bajos: grave crisis económica existente, desconfianza en las instituciones y muy especialmente en los partidos políticos tradicionales por parte de la ciudadanía, existencia de circunscripción única a diferencia de lo que ocurre en las elecciones generales… No obstante, ninguna encuesta predice que la suma de ambos partidos sea menor del 60% (sí, es bastante menos que el 82% de hace cuatro años, pero no deja de ser una cifra muy importante). Si bien IU y UPyD lograrán un avance considerable, no pondrán en apuros a los grandes partidos estatales. Es posible asimismo que además de las fuerzas nacionalistas clásicas (CiU, PNV, ERC), nos encontremos una representación española en el Parlamento Europeo con nuevos actores (Ciudadanos, Podemos, Compromís-EQUO, Vox…). En cualquier caso, si se confirman las predicciones existentes podemos afirmar rotundamente que el centro-derecha y el centro-izquierda no habrán perdido la hegemonía en nuestro país.

  1. Inexistencia de partidos euroescépticos:

A diferencia de otros países de nuestro entorno europeo, como Francia, el Reino Unido o los Países Bajos, donde candidatos como Marine Le Pen, Nigel Farage y Geert Wilders tienen posibilidades de vencer los comicios con sus respectivos partidos, en España no existe ni un solo partido con tintes euroescépticos o eurófobos con posibilidad de ni tan siquiera lograr representación en el Parlamento Europeo. Todos los partidos -en ocasiones desde perspectivas enfrentadas- son partidarios de una mayor integración y de que Europa hable con una sola voz. Si buscamos una explicación ante la ausencia de esos movimientos euroescépticos en nuestro país, la encontramos fundamentalmente en la Historia: La combinación entre el todavía existente trauma ante el aislamiento y el autoritarismo del régimen franquista junto con la visión de Europa como solución más que problema, nos da la clave.

  1. Ausencia de debate europeo:

Como era previsible y siguiendo la tendencia de pasadas elecciones, las novedades de estas elecciones no han servido para cambiar la dinámica y pasar de un debate en términos nacionales a uno en términos europeos. Ejemplo paradigmático de ello es el  debate Cañete – Valenciano  del pasado 15 de mayo. A la baja calidad europea del debate no han ayudado ni los partidos políticos estatales ni tampoco los medios de comunicación. En este sentido, tres ejemplos son dignos de mención: 1) En primer lugar, la falta de interés de RTVE por el debate entre los candidatos a la Presidencia de la Comisión Europea del mismo 15 de mayo. Este debate, del que tenía los derechos la televisión pública, fue emitido por el Canal 24 Horas en lugar de por La 1 (logrando de esta forma un 0,9% de share), como pedía la iniciativa de CC/Europa vía change.org que logró más de 75.000 firmas. Estos pésimos datos de audiencia no pueden ocultar el hecho de que, sin duda alguna, se trató del mejor debate de la campaña; 2) Otro ejemplo es el interés que provocó el hecho de que José María Aznar, expresidente del Gobierno, no formara parte en principio de los actos de campaña. Esto es algo que ciertamente no debería ser tan importante si entendemos qué hay en juego en las elecciones al Parlamento Europeo; 3) Por último, las declaraciones de Felipe González en las que no descartaba una posible coalición con el PP para el futuro. Los medios se hicieron mucho eco de esto, que tampoco tiene relevancia alguna para la campaña electoral.

Por todo lo comentado anteriormente, ni la campaña de estas elecciones ha sido tan diferentes, ni los resultados serán presumiblemente muy distintos. España seguirá votando poco, con escasa información, en clave nacional, a partidos europeístas, y, mayoritariamente, al PP y al PSOE.

Salvador Llaudes