Entre los meses de abril y julio de este año, Indonesia acudió a las urnas para elegir a sus parlamentarios y a su presidente. 

 Estas dos convocatorias ponían a prueba la madurez democrática de un país que cuenta con casi 250 millones de habitantes, una cifra que convierte a Indonesia en el mayor país musulmán del planeta y en la tercera democracia a nivel mundial.

En las elecciones legislativas, celebradas en abril, se eligieron a los 692 miembros del Parlamento o Asamblea del Pueblo, y se convirtieron en un avance de las presidenciales que se iban a celebrar apenas tres meses más tarde. Las urnas para escoger a los 560 representantes de la Cámara baja, llamada Consejo Representativo del Pueblo, y los 12 miembros de la Cámara alta o Consejo Regional Representativo, dibujaron un panorama político muy polarizado, con una ligera ventaja para el bloque progresista.

Un esquema que se reprodujo en las presidenciales de julio, en las que se enfrentaban el gobernador de Yakarta, Joko Widodo (Jokowi) y Prabowo Subianto, ex general con vínculos familiares con Suharto, quien gobernó el país durante tres décadas con mano de hierro. En estas elecciones, las más mediáticas de la historia del país debido a la igualdad de voto que arrojaban los sondeos, Jokowi ganó con un 53,15% de votos, frente al 46,85% de su rival. La incertidumbre, sin embargo, se prolongó varias semanas, ya que el candidato conservador no aceptaba el resultado y apeló ante el Tribunal Constitucional, que ratificó el triunfo de Jokowi.

Pero, ¿quién es Joko Widodo? 

El nuevo presidente indonesio, de 53 años y aficionado al heavy metal, dio sus primeros pasos en política hace solo nueve años. Este Comerciante de muebles recibió su bautismo político en el 2005, al ser elegido alcalde de Solo, su ciudad natal. Cargo que mantuvo hasta 2012, cuando fue elegido gobernador de Yakarta, la capital de Indonesia. Miembro del Partido Democrático de Indonesia por la Lucha (PDI-P), saltó a la fama por sus ideas innovadoras para solucionar los problemas de la capital de la cuarta potencia demográfica del mundo, además de mostrar una imagen moderna y sin vínculos con el régimen de Suharto, lo que le granjeó las simpatías de la clase media y los jóvenes, para quienes encarna una nueva generación de políticos.

¿A qué se enfrenta?

Jokowi no lo va a tener fácil en su mandato de cinco años. Afronta un conjunto de desafíos a cada cual más importante. El mayor de todos ellos es el de la consolidación democrática y la modernización del mayor país del sudeste asiático. Un reto importante si se tiene en cuenta que, desde el fin del régimen autoritario de Suharto en 1998, es el primer dirigente elegido democráticamente sin vínculos con aquella época.

Pero para alcanzar su objetivo, Jokowi deberá salir vencedor en su lucha por relanzar la economía de su país. Tras años de un alto crecimiento sostenido por una clase media emergente, los últimos datos son menos positivos para las necesidades indonesias. No obstante, los analistas auguran que su condición de país MIKTA (mid-power countries junto con México, Corea, Turquía y Argentina) facilitará su retorno a unos niveles más altos de crecimiento.

Otro reto de envergadura al que se enfrenta es el de la corrupción. Su antecesor en el cargo, Susilo Bambang Yudhoyono, no sólo no logró atajar este fenómeno, sino que se extendió en los últimos años de su mandato y el jefe de la Agencia Anticorrupción acabó en la cárcel.

Deberá combatir, asimismo, el creciente extremismo religioso. Indonesia es el mayor país musulmán del mundo y, a pesar de la distancia geográfica, no es inmune a las influencias de las corrientes más integristas de Oriente Medio, ni a los conflictos de esta zona.

Pero quizá la batalla más dura que le espera sea la lucha por la democracia. A finales de septiembre y tras más de 10 horas de intenso debate, el Parlamento indonesio votó a favor de poner fin al actual sistema electoral, que permitía a alcaldes, gobernadores provinciales y jefes de distrito ser elegidos mediante voto directo. En su lugar serían los parlamentarios locales quienes elegirán dichos cargos. Una iniciativa que retrotrae a la tercera mayor democracia mundial a los tiempos de Suharto y su autoritarismo.

Una decisión que impulsó a Yudhoyono, el presidente saliente, a realizar un llamamiento para mantener el sistema de elección directa. En un video publicado en Youtube por su organización (Partido Demócrata), el ex presidente dijo: “Si nos remontamos a nuestras decisiones, fruto de las reformas que hemos estado implementando en los últimos años, sin duda tenemos que salvaguardar y mantener la elección directa de los líderes locales y la elección directa del presidente”, dijo. “Cualquiera que sea el sistema, habrá ventajas y desventajas”, agregó. “Pero después de haber dirigido el país 10 años, les digo que si queríamos poner en práctica las elecciones directas, entonces eso es lo que debemos salvaguardar. Los fallos, eso es lo que debemos resolver fundamentalmente”.

Y anunció, asimismo, la emisión de un decreto presidencial, aprobado en el pasado mes de octubre para revertir tan controvertida ley. La acción de Yudhoyono tenía como objetivo preservar el sistema de elección directa de los líderes regionales, adoptado en 2005, apenas siete años después del fin del régimen de Suharto. Una ley que permitió a una joven generación de líderes indonesios entrar en política sin haber tenido vínculo alguno con el sistema anterior, ni con las eternas familias de la vida política indonesia. Ejemplos de ello han sido el propio Jokowi y el actual gobernador de Jakarta, Basuki Tjahaja Purnama (también conocido como “Ahok”). Dirigentes que seguramente no habrían surgido sin esta legislación.

A la luz de este panorama y del complejo equilibrio de poderes, la pregunta que todo el mundo se hace en Indonesia es si Jokowi, beneficiario de dicho sistema, tomará cartas en el asunto e intentará evitar que se vuelvan a poner en riesgo las elecciones directas. En juego está el futuro democrático del país.

Alba Ambrós