Estados Unidos es, sin duda, el reino de la política. Además del gran acontecimiento que son las elecciones presidenciales, que tienen lugar cada cuatro años, hay multitud de elecciones en los diferentes ámbitos territoriales para elegir diferentes puestos políticos, cada uno de ellos con un poder y unas competencias distintas. Pero centrémonos en el nivel federal, esto es, nacional: las características de la forma de gobierno presidencial, que crean dos focos de poder independientes e igualmente legitimados democráticamente, hace de las elecciones al brazo legislativo un elemento crucial. Si a ello añadimos la división del este _legislative branch_en dos cámaras con poderes diferentes y complementarios, podemos imaginar la complejidad del sistema. De ahí que las elecciones al Senado y a la Cámara de Representantes sean igualmente importantes para comprender en profundidad la marcha del sistema político y, especialmente, las limitaciones que el aparentemente omnipotente Presidente de los Estados Unidos tiene para el ejercicio diario de su poder. Es una paradoja: en los sistemas parlamentarios, por la naturaleza de la política de partidos, el poder real del Primer Ministro es infinitamente mayor (especialmente en relación al legislativo) que en un sistema presidencial (al menos en los democráticos).

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Source: http://mashable.com/2013/02/12/obama-research-development/

¿En qué situación se encuentra ahora mismo este equilibrio de poderes estadounidense? Como comentábamos en un artículo anterior, Barack Hussein Obama, del partido Demócrata, acaba de ser reelegido para un segundo mandato en la Presidencia de los Estados Unidos, máxima magistratura del país y que ocupará, salvo fallecimiento, dimisión o impeachment, hasta enero de 2017. La Cámara de Representantes, formada por 435 miembros y elegida por todos los estadounidenses de acuerdo a criterios poblacionales, presenta mayoría del Partido Republicano, mientras que el Senado, cámara compuesta por 100 Senadores (2 por Estado miembro de la Unión), presenta una mayoría demócrata. Esto es: el poder Ejecutivo está en manos del partido demócrata, mientras que el legislativo bicameral, que si bien otorga a cada cámara poderes distintos hace prevalecer a la Cámara de Representantes frente al Senado si hubiésemos de establecer una cierta prelación (esto da para un larguísimo debate pero, no en vano, tras el Vicepresidente, el Presidente de la Cámara de Representantes, conocido como Speaker, es el segundo en la línea de sucesión presidencial), presenta un equilibrio inestable entre una cámara controlada por el partido opositor y la otra controlada por los miembros del partido del Presidente Obama, lo que impide tanto una oposición total a la política presidencial (que podría ser resultado del control republicano de ambas cámaras) como la posibilidad de que el Presidente pudiese pasar toda su legislación a través del legislativo en colaboración con sus correligionarios demócratas, creando de facto la necesidad de buscar soluciones bipartitas que permiten ejercer una minoría de bloqueo.

En tanto ambas cámaras tienen funciones diferentes y representan al pueblo estadounidense de diferente manera, tienen diferentes procedimientos de elección: la Cámara de Representantes se renueva completamente cada dos años, lo que quiere decir que sus 435 escaños salen a “concurso” democrático en su totalidad de forma bianual, mientras que el mandato de un Senador electo (salvo special elections, elecciones para cubrir bajas de senadores ya electos que suelen ser para cubrir el escaño vacío hasta las próximas elecciones senatoriales) es de 6 años, lo que llevó a la idea de renovar el Senado mediante elecciones parciales por tercios, sacando a “concurso” democrático un tercio de los escaños cada 6 años, lo que hace, de facto, que haya elecciones para cada tercio senatorial cada dos años. Este galimatías electoral hace que la Cámara de Representantes pueda cambiar totalmente de mayoría o de reparto de escaños cada dos años, mientras que el Senado puede cambiar sólo parcialmente, aunque 33 escaños es número suficiente para, siendo batidos candidatos y candidatas de uno u otro partido, poder darle la vuelta a la mayoría que la Cámara ostente en ese momento.

La naturaleza del electorado americano hace que haya tres categorías de escaños, tanto en el Senado como en la Cámara de Representantes: escaños seguros o casi seguros demócratas (en los cuales candidatos y candidatas demócratas llevan ganando holgadamente durante mucho tiempo), escaños seguros o casi seguros republicanos y swing seats o toss up seats, escaños que son realmente competitivos electoralmente y que, dependiendo de diferentes factores, son susceptibles de ser ganados por candidatos o candidatas de cualquier de los dos partidos, incluso por candidatos independientes (ni demócratas ni republicanos). Como es evidente y como ocurre en prácticamente todas las categorizaciones que hacemos en ciencias sociales, nada es inmutable, y cambios demográficos o sociopolíticos concretos pueden hacer variar la ubicación de los diferentes escaños en juego de una categoría a otra, pero podemos agruparlos por tendencias que, por diferentes motivos, vienen repitiéndose a lo largo de diferentes ciclos electorales: así, los escaños de la Cámara de Representantes que suelen representar distritos urbanos y suburbanos son mayoritariamente demócratas, hasta en estados tan republicanos en otras elecciones como Texas, Arizona, Louisiana o Kentucky, y, por el contrario, los escaños de la Cámara de Representantes que comprenden secciones más rurales suelen elegir candidatos y candidatas del Partido Republicano. En el Senado, la categorización es algo más compleja, pero los estados sureños y del interior tienden a elegir más senadores republicanos que los estados de ambas costas o de Nueva Inglaterra (en Hawaii no hay senadores republicanos desde 1977, en Maryland, New Jersey o Connecticut desde los 80 y en California desde 1992, mientras que no hay senadores demócratas en Wyoming o Utah desde finales de los 70, en Idaho desde los 80 o en Tennessee desde comienzos de los 90). El hecho de que, además, los candidatos y candidatas para cada puesto legislativo hayan de ser elegidos mediante procesos de primarias o caucus hace que, además de la batalla electoral entre los partidos, haya batallas previas dentro de los partidos para obtener la nominación, con lo que ello conlleva: conseguir la nominación republicana o demócrata en según qué lugares, de acuerdo con la categorización que antes hicimos, equivale a haber ganado posteriormente el puesto casi de antemano. Y al revés en otros lugares.

Hechas estas consideraciones, cabe decir que Estados Unidos vuelve a estar en campaña electoral, si es que alguna vez ha dejado de estarlo: la batalla las elecciones legislativas de 2014, conocidas como mid-term elections, ha comenzado, y vamos a proceder a analizarlas.

José Antonio Gil Celedonio