El pasado 18 de Junio y tras 4 años de gobierno socialdemócrata en coalición con otros partidos de izquierda, Dinamarca se presentaba a unas elecciones que auguraban un resultado incierto.

 El Parlamento danés, asentado en el Palacio de Christiansborg y también conocido como “Borgen” (que en danés significa Castillo), cuenta con 179 miembros y una forma de elección peculiar. El sistema danés es unicameral, con elección proporcional y puramente multipartidista, ya que hay 10 partidos con representación parlamentaria. Para las elecciones, los partidos de mismo signo político se unen en bloques (azul los conservadores y rojo los progresistas) que luego les permite crear mayorías y formar gobierno. Finalmente y tras muchas encuestas que ofrecían resultados contradictorios, el bloque azul, encabezado por el partido de centro-derecha liberal Venstre y liderado por Lars Løkke Rasmussen llegó a los 90 escaños necesarios para formar gobierno, dejando al bloque rojo en 85, que estaba liderado por los socialdemócratas de la Primera Ministra Helle Thorning-Schmidt. A esto hay que añadirle los votos en las Islas Feroe y Groenlandia, que fueron todos al bloque rojo y que dejó un resultado muy ajustado de 90-89 escaños.

Observados en mayor detalle, los resultados son paradójicos. El partido más votado fue el de Thorning-Schmidt con un 23,3% de los votos y 47 escaños. Los socialdemócratas mejoraron sus resultados de 2011 y superaron las predicciones de todas las encuestas. Thorning-Schmidt es vista por los daneses como una buena representante de su país en el exterior, y aunque muchos la criticaron por no cumplir algunas de sus promesas electorales, lo cierto es que los daneses entienden que, en un gobierno de coalición, un programa electoral de un solo partido no puede ser seguido al pie de la letra. La imagen general es que ha sido Thorning-Schmidt la que ha conseguido sacar a Dinamarca de la crisis. Sin embargo, algunos de los partidos del bloque rojo han empeorado considerablemente sus resultados, haciendo ganadores a los conservadores.

El partido que tradicionalmente ha liderado el bloque azul, Venstre, tenía pretensiones de quedar segundo aunque las encuestas ya auguraban una fuerte caída de votos. Sin embargo, ninguna predijo que Venstre acabaría quedando tercero con el 19,5% de los apoyos, superados por el Dansk Folkeparti (DF) que ganó 37 asientos y pasa a convertirse en el partido más votado del bloque azul y el segundo tras los socialdemócratas con el apoyo del 21,1% del electorado. Como ocurrió en 2011, un gran número de votantes (alrededor de 20%) estaba indeciso y el DF ha demostrado tener un voto oculto enorme. Por un momento, los daneses se han encontrado con la posibilidad de que un partido de extrema derecha populista estuviera dispuesto a formar gobierno en un país de larga tradición socialdemócrata como es Dinamarca.

Sin embargo, esa opción fue descartada rápidamente y aun habiendo perdido 12 escaños, el liberal Rasmussen salió rápidamente para decir que sería él quien intentaría formar gobierno, aunque con el previsible control del DF. Rasmussen fue Primer Ministro entre 2009 y 2011, y aunque él ya se apoyó en el DF entonces, lo cierto es que fue un apoyo meramente parlamentario de pactos puntuales, especialmente en temas de inmigración.

Dinamarca siempre ha destacado en los rankings internacionales de calidad de vida. En mayo la OCDE le volvió a conceder el premio al país con menor desigualdad del mundo. Además, su extensa protección social no contradice el alto grado de liberalismo económico existente. El país ha vuelto a repuntar en los índices empresariales y se mantiene entre las economías más competitivas según el Banco Mundial. Por tanto, para cualquier observador externo sorprende ver a un partido como el Dansk Folkeparti siendo clave para formar gobierno, y haciendo que el tema de la inmigración sea decisivo.

La mayor parte de los puestos de trabajo que se han creado en Dinamarca en los últimos cuatro años han ido a parar a extranjeros. Muchos empresarios daneses han afirmado que prefieren atraer talento de fuera antes de que sus empresas se ven abocadas a salir del país. Ha habido un aumento del 37% de extranjeros recibiendo prestaciones sociales desde que el gobierno de Thorning-Schmidt llego al poder, la mayoría de fuera de Europa. Esto es solo un ejemplo de algunos datos que potencian el proteccionismo de los daneses hacia a su querido Estado Social, y que el DF ha aprovechado para su beneficio electoral.

El DF ha hecho un esfuerzo por no parecerse a los partidos de extrema derecha que están triunfando en Europa. Aun siendo claramente antieuropeo, en el pleno del Parlamento Europeo no están sentados con el eurófobo Nigel Farage ni bajo el nuevo paraguas de Marine Le Pen, sino que pertenecen al mismo grupo que los conservadores británicos (de hecho algún miembro del partido de David Cameron apareció en la campaña para darles su apoyo). El DF ha expulsado a miembros que han sido descubiertos promoviendo discursos de odio contra los musulmanes, sin embargo tienen un halo de tradicionalismo retrógrado que cala en algunos sectores de la sociedad. Por ejemplo, durante la campaña propusieron un impuesto para todas aquellas empresas que usaran anglicismos en sus anuncios (algo muy común en Dinamarca, especialmente entre la juventud) para fomentar más el uso del danés. Esto choca completamente con algunas propuestas de considerar el inglés como segunda lengua oficial del país, medida que tendrá que esperar unos cuantos años más. Por supuesto, el DF tardó poco en culpar a los extranjeros que llevan años en el país y que no se esfuerzan por aprender el idioma (aunque en realidad es obligatorio si se pretende pedir la nacionalidad danesa). También están dispuestos a reducir la libertad a cambio de una mayor seguridad, aumentando el número de cámaras de vigilancia a lo largo de las ciudades y usando software de reconocimiento facial para encontrar a criminales.

El debate demográfico está presente en el país, y muchos son conscientes de que Dinamarca necesita inmigración para sobrevivir. Sin embargo, durante las elecciones casi todos los partidos, incluido el socialdemócrata, han adoptado en mayor o menor medida parte del discurso anti-inmigración. En realidad, muy pocos empresarios están contentos con las propuestas del DF en temas de emprendimiento, negocios y generación de empleo, que fueron de las peor valoradas por altos empresarios de varios sectores. Pero en cuestiones de inmigración, parece haber un consenso en una mayor necesidad de regulación migratoria y recepción de refugiados. EL DF pretende que también sea extensible a Europa, ya que desde 2011 ha habido un aumento del 46% de ciudadanos europeos no escandinavos que han encontrado trabajo en Copenhague.

En referencia a la Unión Europea, que no ha estado en el centro del debate tanto como otros años, lo más destacado fue el acuerdo al que llegaron los cuatro partidos principales del bloque azul, incluidos Venstre y el DF. Los líderes conservadores apoyaron el proceso de renegociación de poderes que David Cameron pretende llevar a cabo en el seno de la Unión Europa y afirmaron que su intención es continuar el camino abierto por los conversadores británicos y repensar su papel en Europa. Los partidos aseguraron no abogar por la salida de Dinamarca de la UE (un suicidio económico a todas luces, vista la dependencia que tiene Dinamarca del mercado único europeo), pero sí mostraron una visión más euroescéptica en contra de cualquier clase de unión social o de una mayor integración política.

Después de 10 años como líder de su partido, Helle Thorning-Schmidt ha dimitido de todos sus cargos, cediendo además tras las elecciones el control de la política danesa a un nuevo gobierno de derechas que previsiblemente reforzará los controles fronterizos, aumentará restricciones para inmigrantes y endurecerá las políticas de asilo. Lars Løkke Rasmussen ya ha dicho que se da por vencido en su intento de conseguir un gobierno de mayoría con los tres principales grupos del bloque azul, y que intentará formar un gobierno en minoría con algún partido e ir recibiendo apoyos puntuales de otros en el Parlamento. Dado los resultados electorales, lo más razonable es pensar que Venstre formara gobierno con el DF. Así lo quieren la mayoría de los daneses (alrededor del 60%), que están cansados de ver al DF conseguir prebendas desde fuera del gobierno para no quemarse, y consideran que ya es suficientemente maduro como para gobernar. Sin embargo, algunas de sus políticas se lo pondrán muy difícil a Rasmussen, en concreto la idea del DF de aumentar el gasto un 1% al año para crear un nuevo sistema de desempleo. Venstre había prometido durante toda la campaña no incrementar un gasto público que considera demasiado alto.

Aunque durante la campaña no fuera muy proclive a este pacto, los observadores locales aseguran que para Rasmussen sería más fácil tener controlado al DF si está dentro del gobierno en vez de presionando desde el Parlamento, como ocurrió en 2009. Sin embargo, de esta manera el DF se asegura que muchas de sus promesas anti-inmigración se verán cumplidas. Muchos han comparado esta situación de inestabilidad política con la serie de televisión Borgen. Pero en este caso, la realidad supera con creces a la ficción.

Hugo Cuello