Quedan dos meses para los caucus de Iowa, primera pieza clave del largo conjunto de elecciones primarias y caucus estatales que permiten a los ciudadanos estadounidenses elegir quién será el que encabece los tickets demócrata y republicano para las elecciones a la presidencia que se celebrarán el próximo martes, 8 de noviembre de 2016.

 Al margen de considerar las características propias de dicho Estado (tiene apenas 3 millones de habitantes, un 1% de la población del país, y tiene un gran peso el sector agrícola, con el maíz como protagonista principal), el hecho de que éste sea el que marque el inicio de la carrera oficial (la oficiosa comenzó hace mucho) hacia la nominación para las Presidenciales convierte al pequeño Hawkeye State en el centro de todas las miradas, junto con New Hampshire, Estado (también pequeño) en el que tendrán lugar las primeras primarias apenas una semana después.

En el lado demócrata, la situación parece bastante estable. De los seis candidatos que comenzaron a partir del verano, solamente quedan tres: la front-runner, ex Primera Dama, ex Senadora por Nueva York y ex Secretaria de Estado, Hillary Rodham Clinton; el exrepresentante y Senador por Vermont, Bernie Sanders, y el ex Gobernador de Maryland, Martin O’Malley. Tras un desgaste marcado en las encuestas iniciales, en las cuales la retórica populista (entendamos este término en el contexto de la política estadounidense) y progresista de Sanders (que, recordemos, se ha proclamado socialista democrático, aunque recientemente ha tratado de contener dicho influjo) parecía ponerlo en cabeza, una gran intervención en el primer debate demócrata y una sólida intervención ante el Comité Especial de la Cámara de Representantes que investiga los atentados de Bengazhi en el mes de octubre devolvió a Hillary Rodham Clinton al primer lugar en las encuestas en Iowa. Tras la retirada de Jim Webb (exrepublicano) y de Lincoln Chafee (exrepublicano también), Martin O’Malley ha aglutinado el voto que no es de Clinton ni de Sanders, con una media en las encuestas del 4% de los votos, lo que, inevitablemente, lo sitúa con nulas posibilidades de ser el candidato a la Presidencia. Sanders, del Estado vecino a New Hampshire, confía en ganar estas primarias, si bien parece que, cuando comiencen los célebres súper-martes, no tendrá apoyos suficientes: no reúne una de las características que siempre hemos señalado como fundamental en el Partido Demócrata actual, y es un apoyo sustancial cada una de las minorías que componen la actual coalición que sustenta el apoyo del partido (latinos, afroamericanos, mujeres solteras, etc…).

La mayoría del partido demócrata y de la prensa ya ha comenzado con la segunda fase de la primaria invisible: la búsqueda de un candidato/a que acompañe a Hillary como aspirante a la Vicepresidencia que aporte al ticket la diversidad y la capacidad necesaria para ganar en muchos Estados a la vez. En todo caso, y aporte o no cierta acción el resultado que Bernie Sanders obtenga en New Hampshire, nos encontramos en el ciclo electoral en el que menos candidatos quedan a estas alturas del partido (en 2008 había 6 candidatos viables) desde que Al Gore, que era Vicepresidente en activo, compitiese en el año 2000, y Hillary reúne tal cantidad de apoyos que todas las apuestas van en este sentido, especialmente tras la negativa del Vicepresidente Joe Biden a competir por la nominación después de varias semanas anunciándose que lo haría.

La diversión llega, sin duda alguna, en el lado republicano. El que parecía iba a ser el nominado, el relativamente moderado y con buenas perspectivas en voto latino, hermano e hijo de Presidentes, Jeb Bush, aparece hundido, tras unos debates en los que se le calificó como poco enérgico, tanto en las encuestas de New Hampshire como en Iowa, y el magnate financiero Donald Trump, que llevaba amenazando con presentarse desde hace décadas, literalmente, lidera todas las encuestas, con alguna leve interferencia, desde finales de julio de este año. Si bien es cierto que la afluencia de candidatos en este momento (ahora mismo, y tras la retirada de Scott Walker, Bobby Jindal y Rick Perry, todos gobernadores, siguen quedando 14) parece recordar a 2012, hay dos variables a tener en cuenta. La primera, es que, frente a unas primarias que fueron un todos vs. Mitt Romney (único representante del establishment), en estas hay candidatos que compiten entre sí en cada uno de los sectores del Partido Republicano, lo que hace que no haya un claro candidato.

En segundo lugar, en 2012, hasta bien entradas las primarias, el liderato en las encuestas iba oscilando, mientras que ahora tenemos a Donald Trump liderando ampliamente (con un porcentaje de voto reducido, pero claro, son 14 candidatos), a Ben Carson descendiendo y dos figuras contrapuestas y con algunas cosas en común como son los Senadores de Texas, Ted Cruz (furibundo adalid del Tea Party y muy ideologizado), y de Florida, Marco Rubio (a medio camino entre el establishment y lo conservador), ambos latinos y en la cuarentena. Moderados como Chris Christie (que espera su oportunidad en New Hampshire, estado cercano al suyo) o John Kasich (gobernador de Ohio que suena demasiado centrista para un GOP con bases muy extremas) siguen en la liza, y Carly Fiorina, única mujer en la lucha por la nominación, tras un repunte que la llevo a ser tercera en hace un par de meses, ha vuelto a una discretísima posición. El Senador Rand Paul, representante del ala libertaria, apenas despega, y Mike Huckabee, ex Gobernador de Arkansas y principal rival conservador de John McCain en 2008, no pasa del 5% en las primeras encuestas. De candidatos como Lindsey Graham (que está en la campaña para hablar de política exterior, parece, y que espera a las primarias de Carolina del Sur, su Estado natal), Rick Santorum o los desconocidos George Pataki y Jim Gilmore poco puede decirse, más allá de que a duras penas superan el 1 o el 2 por ciento en las encuestas nacionales.

¿Qué podemos esperar el próximo día 1 de febrero, en los caucus de Iowa? En el lado demócrata, y por su sistema de reparto proporcional de delegados de cada Estado, si Bernie Sanders consigue sacar un resultado decente (en torno al 30-35%) en Iowa y gana en New Hampshire, su campaña durará un poco más, al menos hasta las primarias de Carolina del Sur (en las que Clinton tiene mayorías amplísimas) y Nevada. En caso contrario, y especialmente si Clinton gana tanto en Iowa como en New Hampshire, la campaña por la nominación demócrata estará acabada. En un escenario u otro, es previsible que Martin O’Malley abandone la campaña justo tras esas primarias, o incluso antes.

En el lado republicano, todo será distinto: el sistema de atribución de delegados, mayoritario (the winner takes it all), hace que quien gane en Iowa y New Hampshire, además del momentum mediático, tenga ya una ventaja en delegados que da una ventaja competitiva, aunque los Estados más poblados (Texas, Georgia, Carolina del Norte, Florida, New York o California) pesen más a posteriori. Hay que avanzar un dato histórico: ni en 2008 (Huckabee) ni en 2012 (Santorum), los candidatos ganadores en Iowa fueron luego los nominados republicanos. En 2008, Romney ganó New Hampshire (pero tampoco fue el nominado), mientras que repitió victoria en 2012 y sí ganó la nominación. Pero si este año Donald Trump, como apuntan las encuestas, consigue ganar en ambas, su apariencia de front-runner será difícil de combatir, con un caveat: si el campo republicano se reduce mucho, en torno a 3 ó 4 competidores (muy posiblemente Trump, Rubio, Cruz y Fiorina, con Jeb Bush tratando de mantenerse), la agregación de preferencias puede destronar a Trump en favor de otro candidato que se vea como más elegible o más competitivo tras las primarias. El último reguero de adhesiones a la candidatura de Marco Rubio, y las potenciales defecciones en el equipo de Jeb Bush apuntan en esta dirección. En definitiva, el panorama está abierto tanto en Iowa como en New Hampshire, y se avecinan tiempos en los que la configuración del debate público americano (ahora mismo, por motivos evidentes, centrado en cuestiones como la seguridad, la inmigración y otros aspectos de la política exterior) puede hacer que la situación fluctúe, con el telón de fondo de la frágil supremacía de Donald Trump y la aparente fortaleza de Rodham Clinton.

José Antonio Gil Celedonio