Joseph Haydn ha pasado a la historia de la música por su consideración de “padre de la sinfonía”. Definió estructural y temáticamente esta forma musical. No en vano, el músico del clasicismo centroeuropeo escribió más de 100 obras de este tipo.

 En alguna de sus obras puede apreciarse un fenómeno realmente interesante: después de largos desarrollos melódicos, juegos musicales entre instrumentos, y una aparente sencillez calmada, de repente utiliza magistralmente algún efecto musical (la irrupción de los instrumentos de viento metal en un forte súbito, o un redoble muy oportuno de los timbales) para que los espectadores no se durmiesen y se sobresaltasen.

Este “efecto Haydn” puede observarse fielmente en la vida interna del Grand Old Party, el Partido Republicano. Si bien es cierto que ya veníamos analizando la irrupción del Tea Party en las coordenadas ideológicas de dicho Partido y las consecuencias prácticas que dicha irrupción tenía en la vida política estadounidense, en los últimos meses la situación parecía haberse tranquilizado mucho, en comparación con los ciclos electorales de 2010 y 2012. ¿Cuál era el motivo fundamental? El Partido Republicano o, mejor dicho, los sectores dirigentes del mismo (lo que conocemos como el establishment) y sus poderosísimas fuentes de financiación (Chamber of CommerceRepublican National Comittee, etc…) dejaron de considerar al Tea Party como un fenómeno pasajero y aislado y decidieron tomar cartas en el asunto, financiando y apoyando a sus candidatos de forma que se evitasen sucesos como los de 2010 (con la nominación de candidatos nefastos como Buck en Colorado o Angle en Nevada, que “regalaron” escaños a los demócratas en el Senado) o los ya comentados de 2012,con las sonorísimas “violaciones legítimas” de un candidato al Senado por Missouri.

Hasta hace unos días, al establishment del Partido Republicano parecía haberle ido todo bien: buena parte de los candidatos alternativos del Tea Party han fracasado en las primarias del Senado (especialmente en Kentucky, donde un empresario retó al líder de la Minoría del Senado, Mitch McConnell, y en Georgia, donde varios candidatos de diferentes corrientes del Tea Party no consiguieron ser elegidos para competir por un escaño al Senado en dicho Estado) y de la Cámara de Representantes (la mayoría de Representantes favorables a la dirección del Partido ha superado sus primarias), y la líder del Tea Party Caucus y fallida candidata presidencial en 2012, Michelle Bachman, ha decidido retirarse de la Cámara. Pero dicha placidez se vio interrumpida por un claro ejemplo del efecto Haydn: el Líder de la Mayoría de la Cámara de Representantes, Eric Cantor, (número dos del partido en dicho ámbito, y previsible candidato a número uno) fue derrotado en primarias por un profesor desconocido de su distrito electoral. Todo ello ha creado un auténtico terremoto en la política americana, con el propio Partido Demócrata manifestando su absoluta sorpresa e incredulidad. Las consecuencias han sido las esperables: candidatos del Tea Party que todavía están tratando de vencer a sus rivales en las primarias están copiando la estrategia del vencedor e invitándolo a hacer campaña con ellos; Cantor, que seguirá siendo Representante hasta enero de 2015, ha abandonado su puesto de Líder de la Mayoría, desencadenando elecciones internas; el sector del Tea Party de la Cámara de Representantes lo ve como una prueba de que siguen siendo poderosos y pueden condicionar el resto de las políticas.

Dicha convulsión obedece a diversas causas: en primer lugar, los analistas apuntan que, a pesar de la supremacía financiera de la campaña de Cantor (prácticamente 10 a 1), el dinero no lo es todo en unas primarias centradas en lo ideológico; en segundo lugar, el candidato alternativo se ha pateado todo el distrito mientras que el líder de la Mayoría parecía ocuparse más de los elementos de la política de Washington; tercero, la elección se ha jugado en un número relativamente estrecho de votantes, lo que corrobora que un reducido grupo en primarias puede tener una fuerza desbordante; en cuarto, y último lugar, el candidato del Tea Party ha explotado eficazmente contra Cantor su visibilidad y su aparente ambigüedad en un tema que divide electoralmente a los republicanos: la reforma migratoria, de la que hablamos aquí.

Si algunos pensaban que la Guerra Civil del Partido Republicano estaba llegando a su fin, parece que se equivocaban. El Tea Party, con toda su diversidad y poder de impacto sobre las coordenadas ideológicas del Partido, sigue teniendo peso, feudos de poder y fórmulas de sobreponerse a sus derrotas parciales. Y se avecina tormenta: el veterano Senador Cochran, de Mississippi (territorio 100% republicano), que lleva sirviendo en el Senado desde finales de los setenta, ha sido derrotado en la primera vuelta de sus primarias por McDaniel, un senador estatal del Tea Party, favorito para ganar la segunda vuelta y convertirse en Senador, salvo que, como ocurriese en Indiana o Missouri en 2012, los fallos de campaña hagan que su rival, un demócrata centrista, puedan derrotarle.

Si bien es cierto que los candidatos oficialistas han ganado la mayoría de las primarias, y, en el mejor de los casos, el Tea Party conseguirá colocar uno o dos Representantes nuevos y un Senador, no cabe duda de que la derrota de Eric Cantor es, al menos desde un punto de vista estético, el catalizador que permite que un movimiento tan heterogéneo siga teniendo posibilidades y se convierta en el centro de atención, influyendo mucho en la política republicana, especialmente de cara a la elección presidencial de 2016. El eterno retorno, que dijera Nietszche. O, si queremos, el mitológico Ave Fénix. Con idas y venidas, pero llegaron para quedarse.

José Antonio Gil Celedonio