Hablando de decadencias
El mundo vive una época de tensión constante. Cada día nos llegan noticias, desde cualquier parte del planeta, sobre un sinfín de acontecimientos de mayor o menor magnitud. Conflictos sociales, violencia ligada a movimientos religiosos, catástrofes naturales, etcétera, llenan los periódicos y los telediarios, transmitiéndonos tal cantidad de datos que, para cuando los hemos logrado comprender, ya han dejado de ser importantes, ya no “venden”. En los últimos años hay un tema que, no obstante, no deja de aparecer en los titulares: la crisis económica. Un problema presente en la práctica mayoría de los países del mundo, pero que tiene en la Unión Europea una presencia quizá más fuerte. Se trata de un periodo, en cierto modo, de decadencia. El sistema imperante en la actualidad, el capitalismo, demuestra la fragilidad de su estructura. Una estructura que se tambalea, sin que haya un único factor que lo provoque. Pocas veces los hechos ocurren por un único motivo. Eso es algo que nos enseña la Historia, nuestro pasado. Y hablando de pasado… ¿se podrían trazar similitudes entre la situación actual y otras anteriores? En la Edad Antigua, periodo histórico en que me especializo, hay precisamente dos etapas que marcaron un antes y un después en el desarrollo histórico de esas regiones: el ocaso micénico y la caída de Roma.
El primer acontecimiento tuvo lugar en los últimos siglos del II milenio a.C. Durante el Heládico Reciente (ca. 1600-1175), la Hélade vivió el florecimiento de la civilización micénica, organizada en centros administrativos, políticos y religiosos, convencionalmente denominados palacios. Sus redes comerciales se extendían hasta el Próximo Oriente, por el este (con Chipre jugando un papel esencial de puente) y el Mediterráneo Central, por el oeste, así como el longevo Egipto, al sur. Esta aparente prosperidad se vino abajo a partir del siglo XII a.C., cuando, en un proceso más paulatino que instantáneo, esta civilización “desapareció”, dando inicio a la denominada “época oscura”. ¿Qué ocasionó este fenómeno? Los historiadores del siglo XIX y parte del XX dieron una sencilla explicación, que parecía aclararlo todo perfectamente: la llegada de poblaciones del norte, los dorios, que se habrían enfrentado a los palacios, venciendo finalmente. Pero tenía que llegar el día en que una teoría tan simple fuera rebatida. Empezaron a aparecer las críticas, como por ejemplo el que la cultura material no presentara apenas cambios. Es de esperar que si llegaron invasores, éstos traerían consigo sus propios objetos; pero no fue así. De este modo, durante las últimas décadas han surgido diferentes teorías, algunas más razonadas que otras, que ofrecen un abanico mucho más amplio: revueltas sociales internas, cambios climáticos (fuertes sequías), ataques de los Pueblos del Mar, declive de los intercambios comerciales en el Mediterráneo, etcétera. ¿Qué motivó el ocaso micénico? Seguramente, la mayoría de los factores planteados influyeron en ello.
La caída del Imperio Romano de Occidente es, probablemente, uno de los temas más recurrentes en los estudios sobre la Antigüedad desde hace varios siglos. ¿Cómo pudo, uno de los mayores imperios que han existido, desplomarse? Roma, en un dilatado proceso, pasó de controlar un territorio reducido dentro de la región del Lacio, a establecer sus fronteras a lo largo y ancho del Mediterráneo. Una organización militar tremendamente efectiva y un sistema burocrático muy bien estructurado fueron dos de los pilares base en que se sustentó esta expansión. En el periodo de gobierno de Augusto, el primer emperador, Roma parecía una potencia invencible. Más de cuatro siglos después, en torno al 476 d.C., el Imperio de Occidente desaparecía, mientras que el de Oriente, que sería más tarde conocido como Imperio Bizantino, perduró hasta el 1453. La postura tradicional imperante, de la que Edward Gibbon era el principal representante, culpaba de esta decadencia a la llegada de “lo bárbaro y lo cristiano”, con su forma irracional de ver el mundo. Sin embargo, al igual que en el caso del mundo micénico, existe un largo listado de posibles motivos, como por ejemplo la corrupción generalizada a nivel político y administrativo, guerras civiles, plagas y despoblaciones, caudillaje y revueltas sociales. Sin querer entrar a matizar cada uno de estos planteamientos, se puede concluir que la caída del Imperio Romano (de Occidente) se produjo por un cúmulo de factores, los cuales han de ser tenidos en cuenta por igual.
Tras esta reflexión, volvamos a la situación actual. ¿Qué motivos pueden haber provocado esta crisis? Tal vez la corrupción generalizada, tal vez el excesivo poder de los bancos y las multinacionales, tal vez el agotamiento paulatino de los recursos naturales, tal vez el aburguesamiento de la clase media, tal vez… En definitiva, tal vez un poco de todo.
Nuestra propia mentalidad, heredera en gran parte de las formas de pensamiento de culturas antiguas, entre ellas la micénica y la romana, tiende a ver los procesos históricos como cíclicos: surgimiento – desarrollo – caída. Como si de un cuerpo humano se tratase, nos parece lógico estudiar diferentes Estados (los imperios inca, mongol y español, por ejemplo) que, tras un periodo de gran poder, por un motivo u otro entraron en decadencia, para “morir” finalmente. Se dice que la historia siempre se repite. Entonces, ¿estará ocurriendo de nuevo?
Diego Chapinal