Ente racional
“Si las personas definen las situaciones como reales, éstas son reales en sus consecuencias”, William I Thomas. Sociólogo estadounidense (1863-1947).
Esta frase expresa lo que entiendo por macroeconomía; es decir, un ente racional formado y a su vez condicionado por las conciencias individuales de millones de personas, que aspiran a obtener el máximo beneficio. Para ello, tratan de vislumbrar lo que acontecerá mediante previsiones propias y/o ajenas, y al hacerlo están, a su vez, condicionando el devenir.
Esto, que puede no resultar tan obvio, pues choca con la manera de pensar de muchos que creen que todo es cuestión de cifras y algoritmos complejos, es en esencia lo que sucede diariamente en los mercados. Dicho de otra forma, lo que ahora es un rumor mañana puede ser una realidad. ¿Por qué sucede esto? Debido a que en los mercados no hay confianza. Confianza, palabra que antes al usarse en referencia a países del primer mundo se daba por sentada, y que en realidad, ahora solo es una quimera. Fenómeno natural, pues si se nos ha engañado una vez, nos es casi imposible volver a confiar. Y esto, engañar, es el deporte nacional en nuestro país, desde un ex presidente que negaba la realidad, hasta un presidente que ha hecho todo lo contrario a lo que prometió.
Con estos antecedentes resulta fácil darse cuenta de que a estos políticos, indistintamente de las siglas a las que pertenezcan, sólo les preocupa el resultado de las elecciones, y por ello no pueden/saben/quieren hacer lo mejor para este país (ya que habría que mirar más allá de 4 años para establecer los cimientos sobre los que se crecerá los próximos 50). No obstante, no considero que no existan sujetos competentes o capacitados entre la clase política; simplemente, trato de hacer ver la desventaja que representa que carezcamos de listas abiertas o de democracia interna en los partidos, de cara a un mejor funcionamiento del sistema político.
Volviendo al asunto económico con España de ejemplo, todos los días escuchamos o leemos tecnicismos tales como: déficit, crisis de deuda, prima de riesgo, agencias de calificación, eurobonos, etc. Así, nos hemos vuelto “expertos” en unos términos económicos que a su vez nos han influenciado negativamente. En otras palabras, si los propios españoles desconfiamos cada vez más en nuestra economía, ¿qué esperamos entonces de otros países/mercados/personas? Pues seguramente lo que está pasando, que desconfíen también, con lo que si nosotros definimos que la situación es negativa, desde fuera la definirán igual de negativa o más que nosotros, lo cual está propiciando la caída de nuestra economía.
Para escenificar esta cuestión pondré un ejemplo:
Un individuo que considera que las cosas irán a peor, actuará reduciendo su gasto lo máximo que pueda, pongamos un 15%, por lo que consumirá menos en este mismo porcentaje. Si se trata de sólo unos pocos individuos “paranoicos” y “catastrofistas”, no pasaría nada. Sin embargo, imaginemos que hay una mayoría de individuos “paranoicos” y “catastrofistas”. A grandes rasgos estos individuos dejarían de consumir en un 15% (suponiendo que pudiesen ahorrar todos lo mismo) y este hecho en un comercio sin margen de beneficio representaría el cierre, con los consiguientes despidos, que sumiría en una pesadilla a estos nuevos desempleados. Esta situación repercutiría muy negativamente sobre las cuentas públicas por dos motivos: 1) Se deja de ingresar por cotizaciones; 2) El Estado debe pagar temporalmente unas prestaciones por desempleo.
En definitiva, un desastre.
Por todo ello, hablar de recuperar confianza, de crecimiento, de mejora,… con una tasa de paro de casi el 25%, parece una broma de mal gusto, que se ve agravada por medidas que no hacen más que agudizar estas terribles estadísticas.
La deuda es un problema, sí, pero el problema principal de España es el desempleo, ya que con un 25% de paro y aumentando, la pregunta no es si se trata de mucho o poco lo que debemos, sino más bien si habrá alguien trabajando para poder pagarlo. Este aspecto es el que no se le escapa a los mercados, que ven cómo España todavía debe mucho menos que países de nuestro entorno, que no obstante, mantienen unas cifras de desempleo muy inferiores a las de nuestro país, y es esto lo que marca la diferencia.