Como hemos dicho en entradas anteriores, la situación del legislativo estadounidense ha variado muy poco entre el 112º Congreso y el 113º Congreso, el actual. Ello es así en buena parte (del Senado hablaremos próximamente) porque el Partido Republicano, que arrebató al Partido Demócrata el control de la Cámara de Representantes en la ola conservadora que fueron las mid-term elections de 2010, ha mantenido su mayoría, confirmando que el fenómeno del Tea Party no está muerto (al menos en diversos distritos) y la ola de 2010 no fue una excepcionalidad histórica.

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Source: http://savethistelescope.blogspot.com.es

Los demócratas, sin tener un buen desempeño en 2012, no lo hicieron tan mal: consiguieron recortar en 8 escaños la diferencia con los republicanos. Necesitaban una ganancia neta de 25 escaños para poder desbancar a los republicanos (en 2010 obtuvieron 193 escaños, frente a 242 republicanos) y ahora se han ubicado en un pírrico 201-234, que podría cambiar a un 202-233 de ganar una candidata demócrata (hermana de un conocido cómico estadounidense) a un ex-gobernador que huyó varios días a Argentina para verse con una amante (en ejercicio del cargo, que conste) en un distrito muy conservador de Carolina del Sur (poco probable, pero posible).

Detrás del frío número que es el resultado de escaños hay dos indicadores muy curiosos a tener en cuenta: en primer lugar, el conjunto de candidatos/as demócratas obtuvo en torno a un millón y medio más de votos que los republicanos. En segundo lugar, sorprende la cantidad de distritos en que los candidatos demócratas barren a sus adversarios por más del 40% de diferencia de votos en todo tipo de estados (según nuestra categoría anterior, fuertemente demócratas, fuertemente republicanos y swing states), frente a las diferencias mucho menores (en término medio) cosechadas por los republicanos ganadores en sus distritos por norma general. Esto es, los demócratas que ganan a sus rivales suelen ganar por bastante más que los republicanos: 58 electos (sobre un total de 201, un 29%) ganaron con una diferencia superior a los 45% sobre su rival republicano, mientras que solamente 19 (sobre un total de 234, un 8%)  republicanos hicieron lo mismo.

Dicho resultado no es fruto del azar en un ciclo electoral en el que el Partido Demócrata ha hecho un excelente papel en las presidenciales y en las elecciones al Senado. Se debe, en gran medida, a los procesos de redistricting (redistribución de distritos), consecuencia de un determinado perfil de voto demócrata en buena parte de Estados Unidos.

Hay que aclarar primero el concepto: cada 10 años hay un nuevo censo en Estados Unidos. Dado que el número de Representantes es fijo (435), y ciertos estados pierden población (como le ocurrió a Illinois, Ohio y Louisiana) mientras que otros ganan población (como Arizona, Nevada o Texas), han de modificarse los distritos, suprimir/refundir unos, crear otros nuevos y modificar algunos ya existentes, dado que son distritos uninominales. La clave de la cuestión es que el proceso de redistricting para las elecciones a la Cámara de Representantes corre a cargo, generalmente, de las legislaturas de los estados, no del Gobierno Federal o de sus órganos, o de comisiones creadas ex profeso por estas legislaturas. Dado que el censo se publicó a finales del 2010, y el Partido Republicano controlaba en esa fecha o iba a controlar a partir de esa fecha legislaturas clave para entender los malos resultados demócratas como Florida, Carolina del Norte, Michigan, Ohio, Pennsylvania o Virginia, os podéis imaginar la forma de “redistrictar”: gerrymandering.

En varios estados en los que los candidatos al Senado (circunscripción única en todo el estado) y el Presidente obtuvieron buenos resultados en 2012, los resultados han sido mediocres para los Representantes. En Ohio, donde Obama ganó a Romney por un 3% y Sherrod Brown revalidó su escaño en el Senado, sólo hay 4 Representantes demócratas (con ventajas superiores al 45% en tres de los casos) frente a 12 republicanos. En Michigan, que Obama se llevó por más de 9 puntos porcentuales y donde Debbie Stabenow barrió con un 58%, solo hay 5 demócratas por 9 republicanos. Pennsylvania es un caso muy similar, pero acentuado: sólo 5 demócratas (3 de ellos con victorias por una diferencia de más de 45 puntos porcentuales) por 13 republicanos. Parece que el proceso de redistribución de distritos hubiese “encerrado” a los votantes demócratas en sus áreas urbanas y suburbanas, donde sus candidatos obtienen arrolladoras mayorías, dejando el resto a una mejor actuación republicana. Gerrymandering puro.

Esto deja a los demócratas con pocas opciones: sólo 47 escaños (de 435, recordemos, el 11%) fueron ganados por candidatos/as de uno u otro partido con diferencias menores al 8%, lo que denominamos toss-up districts(o swing districts). 22 de esos escaños fueron ganados por republicanos, por lo que la búsqueda de esos 17 escaños que el Partido Demócrata necesita para volver a presidir la Cámara será, fundamentalmente, allí, como indican desde Purple to Blue project, un Grupo de Acción Política demócrata que pretende asegurar para su partido ese tipo de distritos. Lo mismo hará el Partido Republicano con los suyos, con una salvedad: el stablishment republicano tiene que luchar no sólo contra los demócratas, sino contra su ala derecha: sectores del Tea Party que ven a ciertos Representantes republicanos como demasiado liberales o como poco conservadores, y que están a la caza. No es broma: www.primarymycongressman.com es una iniciativa del_ Club for Growth_, que quiere alentar candidatos conservadores para que disputen primarias a republicanos “liberales” a fin de descabalgarlos. Y eso, en según qué distritos, puede hacer que los independientes se lancen a votar demócratas moderados. Y en eso trabaja Steve Israel, jefe del Comité Demócrata de Campaña para la Cámara de Representantes (DCCC), según advierte en un memorándum publicado hace un par de meses en el que, por cierto, relativiza la importancia del proceso de redistricting.

Añadamos dos factores más: la tendencia histórica nos dice que, en las mid-term elections, la abstención es mayor, y el votante es más rural, más blanco y con más edad, lo que es, justamente, el perfil del votante republicano medio. Los votantes que sostienen la victoriosa coalición demócrata tienden a no ir a votar cuando no se elige Presidente. Latinos, negros y jóvenes votan menos. Además, en las mid-term elections el partido en la Casa Blanca suele sufrir pérdidas (así fue en 2010 para Obama, en 2006 para Bush y en 1994 para Clinton) o, en el mejor de los casos, ganar poco (insuficiente para los objetivos demócratas).

En definitiva, parece poco probable que los demócratas consigan darle la vuelta al marcador en la Cámara de Representantes, aunque queda mucho tiempo todavía (son en noviembre de 2014), y muchas cosas pueden cambiar, si bien es cierto que las tendencias y los hechos que las explican son los que son.

José Antonio Gil Celedonio