*Una previa versión del presente post fue publicada originalmente en Club-MBA, la Comunidad líder en MBA y posgrados en español.

A pesar de la crisis que azota a Europa y Estados Unidos, los cuatro principales países nórdicos –Suecia, Dinamarca, Noruega y Finlandia- están disfrutando de una época dorada. Y es que, tal y como expone el semanal The Economist en su ejemplar del 2 de febrero, estos cuatro países han logrado implantar un sistema que supera tanto la rigidez económica del sur de Europa como la desigualdad de Estados Unidos. Como muestra del buen momento que viven, cabe mencionar que Suecia es el mayor inversor en I+D de la UE, capítulo al que dedica un 3,6% del PIB (el triple que nuestro país), es el segundo Estado por número de patentes registradas por habitante, destaca entre los principales inversores en educación del mundo y se destaca por fomentar el desarrollo de empresas competitivas y exportadoras.

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Los países nórdicos (salvo Islandia)

Estos cuatro países nórdicos sufrieron en los años 90 una crisis de deuda muy similar a la que hoy están padeciendo varios países de la UE. No obstante, fueron capaces de gestionar esta crisis con inteligencia, centrándose en reformar el sector público y mejorando la eficiencia del Estado.

Anteriormente y desde los años 70, los países nórdicos fueron “países de impuestos y gasto público”, alcanzando este último el 67% de su PIB en el caso de Suecia (en 1993). Sin embargo, esta fórmula de Estado sobredimensionado acabó pasando factura a nivel macroeconómico: Suecia pasó de ser la cuarta economía del planeta en 1970 a la decimocuarta en 1993.

Tras la mencionada crisis financiera de comienzos de la década de 1990, se llevaron a cabo importantes reformas liberalizadoras (en sectores clave del Estado de Bienestar como la educación o las pensiones) y de desregulación de los mercados (como el energético o las telecomunicaciones). Además, se redujo de manera notable el gasto público y los impuestos. Simplemente, a modo de ejemplo, Suecia ha logrado que su déficit presupuestario alcance únicamente el 0,3% del PIB (en contraposición vemos cómo el de Reino Unido es del 6,41%). Asimismo, el gasto público en Suecia ha bajado 18 puntos de su PIB, siendo ya inferior que el francés. De igual forma, la tasa del Impuesto sobre Sociedades es del 22%, mucho menor que la que existe en países como Estados Unidos o España.

En relación a los servicios públicos, Dinamarca y Noruega han abogado por la gestión privada de los hospitales. Suecia dispone de un sistema universal de cheques escolares, en el que las escuelas privadas compiten con las públicas. En cualquier caso, el desempeño de todas las escuelas y hospitales es medido con detalle, y siempre bajo el principio de la máxima transparencia posible. Como muestra de dicha transparencia nos encontramos con que Suecia no limita a nadie el acceso a todos los archivos oficiales del Estado.

A priori, puede parecer que estos países han dado un giro completo a la derecha. Lo que más bien ha sucedido es la demostración de que es posible compatibilizar un capitalismo competitivo con un Estado social. Por un lado, el Estado emplea el 30% de la población activa, frente a la media del 15% en los países de la OCDE. Por otro, se han tomado medidas para flexibilizar el mercado laboral, sin descuidar la protección al trabajador. Por ejemplo, Dinamarca tiene un sistema conocido como “flexiseguridad”, mediante el que resulta más sencillo a los empleadores el despedir a los trabajadores, pero que como contraprestación proporciona apoyo y cursos de reciclaje efectivos para los desempleados.

La lección principal que aprender del caso nórdico es más práctica que ideológica. En estos países el Estado es popular no porque sea grande sino porque funciona. Un sueco paga impuestos más felizmente que un italiano porque a cambio sus hijos van a mejores escuelas y el sistema sanitario gratuito es eficiente. Abandonar el viejo discurso divisor entre la izquierda y la derecha, para poder recoger las buenas ideas que se encuentran a lo largo del espectro político es un paso adelante. Dicho paso tendría que verse acompañado por una transparencia total, que provocase la limitación de la intolerable corrupción existente.