Con más de 1,8 millones de refugiados, 4,3 millones de desplazados internos y un total de 6,8 millones de personas en situación de necesidad de asistencia humanitaria como resultado del conflicto sirio, el mundo está siendo testigo de la peor crisis humanitaria desde el genocidio en Ruanda. Ante esto, las respuestas ofrecidas por los países vecinos a Siria, y otros actores de relevancia en el escenario mundial, son numerosas y diversas; sin embargo, hasta ahora, se han probado insuficientes para hacer frente a las devastadoras consecuencias de un conflicto enquistado, fragmentado y sectario.

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Fuente: ACNUR

Son precisamente estas características las que revisten a la crisis siria de una especial complejidad, haciendo cada vez más vulnerable a su población civil y dificultando la necesaria y urgente respuesta en forma de ayuda exterior. Así, según los datos proporcionados por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), el éxodo de refugiados sirios se ha acelerado notablemente en los últimos meses, de tal modo que si las tendencias actuales persisten, se estima que para diciembre del presente año el número de refugiados haya aumentado dramáticamente hasta 3,5 millones de personas, siendo la mitad de los afectados niños.

Como se observa en el mapa, los principales receptores de refugiados son los países vecinos, con la excepción de Israel, cuyas fronteras continúan inaccesibles para los sirios. De los cuatro vecinos restantes, hay que tener en cuenta que tan sólo Turquía es parte de la Convención de Ginebra sobre Refugiados de 1951. De este modo, la carga se apalanca cada vez más sobre unos países que, en algunos casos, ni siquiera están obligados por el Derecho Internacional referido al reconocimiento del  estatuto de Refugiado y, en otros, se encuentran contagiados de la inestabilidad política del conflicto sirio o la primavera árabe. Ante esta situación, surgen dos preguntas ineludibles: ¿Cuánta población más podrán absorber Irak, Jordania, Líbano y Turquía? Y más aún: ¿cuáles son las razones que disuaden a que las peticiones de asilo se extiendan a los estados miembros de la Unión Europea?

Es evidente que en primera instancia el refugiado tiende a alejarse lo menos posible de su hogar. Sin embargo, llegando al punto insostenible arriba reflejado y, atendiendo a la crudeza y las características propias del conflicto, es razonable pensar que los sirios buscaran asilo en Europa. Más aún, que la UE realizara un esfuerzo por canalizar parte de la carga hacia sus territorios atendiendo, no sólo al vínculo histórico que mantiene con la región[[i]](http://www.withthevoices.com/2013/08/10/la-union-europea-ante-la-crisis-de-refugiados-sirios-mas-vale-tarde-que-nunca/#edn1 “”) con el objetivo de trabajar por la paz y la estabilidad de la zona_ -según quedó definido en los textos del acervo de Barcelona 95-, sino también a la responsabilidad que ostenta sobre las personas en situación de recibir protección internacional conforme a la Convención de Ginebra, el Derecho Internacional Humanitario y el Sistema Europeo Común de Asilo (SECA).

Hasta las últimas declaraciones el pasado 24 de junio de, la Alta Representante para Política Exterior y Seguridad Común de la Unión, Catherine Ashton, que adelantaban novedades a este respecto, las respuestas de la UE han sido desplegadas en varios flancos, pero principalmente en los ámbitos de la ayuda humanitaria a Siria y sus países vecinos, y de las medidas políticas. Las segundas, se han traducido en sanciones al Gobierno sirio, una apuesta decidida por una transición política democrática, y el aumento de la seguridad en fronteras a través de FRONTEX. Entre las primeras, ayuda humanitaria y económica por valor de más de 850 millones de euros aportados en total por la UE y los estados miembros, que convierten al conjunto en el mayor donante en esta crisis.

Todo esto en claro contraste con la debilidad mostrada en lo que a respuestas encaminadas a garantizar el régimen de protección internacional se refiere. Como adelantaba, y según los datos proporcionados por Eurostat y referidos al periodo comprendido entre Abril 2011 y Octubre 2012, llama poderosamente la atención la escasez de peticiones de asilo recibidas en la UE, tan sólo 23.500. Más aún, la disparidad de las respuestas en función de los países, siendo aquellos más cercanos a la región afectada, los que presentaron mayores obstáculos y por tanto crearon más indefensión. Sirvan como ejemplo las 214 peticiones de asilo en Grecia -de las que sólo 1 estatuto de refugiado y 5 de protección subsidiaria fueron concedidos- y las numerosas devoluciones de sirios a Turquía desde este país. Las constantes denegaciones de reclamaciones sobre peticiones de asilo rechazadas en Chipre, o la media del 50% de peticiones de protección internacional desestimadas en los países del Este de Europa también son destacables.

¿Reflejan estos datos incumplimientos de obligaciones jurídicas de Derecho Internacional y del propio sistema europeo justificables de algún modo? Y lo que es más importante, ¿se está trabajando para subsanarlos? Efectivamente, todo esto ha puesto de manifiesto la necesidad de llevar a cabo una política integral capaz de asegurar una respuesta uniforme y ajustada a derecho en todos los territorios de la Unión. En los últimos meses estas carencias han quedado en evidencia, originando lo que se dibuja como el comienzo de un cambio de rumbo. Así, los llamamientos desde ACNUR urgiendo a la UE y a los estados miembros a ser ejemplo mundial como receptores de siros en búsqueda de asilo, no paran de sucederse. Sirva como muestra también, el esperado anuncio del lanzamiento del Programa Regional de Protección de la UE para la región, como iniciativa del Programa de la dimensión externa del Asilo para la creación de soluciones duraderas. Se espera que el mismo, centre sus esfuerzos, no sólo en mejorar la capacidad de recepción y protección en los países vecinos sino también en posibilitar los reasentamientos y asimilación en territorios distintos.

Resulta por lo tanto inevitable, llegar a la conclusión de que la UE tiene una responsabilidad ineludible en esta crisis, en virtud de la cual ha de dar una respuesta contundente y decisiva, abandonando la senda de la protección limitada y desigual en el reconocimiento del derecho de asilo. Si bien es cierto que no podemos desmerecer los sacrificios realizados en el plano financiero, máxime, si tenemos en cuenta la constricción presupuestaria que tanto la Unión como gran parte de los países miembros sufren como consecuencia del azote de la actual crisis, resulta evidente que la Europa de los Veintiocho ha de trasladar el esfuerzo necesario para mitigar la dimensión de esta catástrofe dentro de sus propias fronteras.

Algunas medidas para trabajar en esta dirección, serían el reconocimiento prima facie del estatus jurídico que conduce al asilo de todos los sirios, así como la provisión de la asistencia necesaria, tanto a aquellos que reciban la condición de refugiado como la protección subsidiaria, asegurándose de que la respuesta es uniforme en todos los estados miembros. Esto se podría conseguir subsanar si, Fondo Europeo para los Refugiados aparte, los países de la UE se comportaran de forma solidaria con aquellos que soportan gran parte de la carga o que se encuentran en peores condiciones de partida para asumir esta responsabilidad, como es el caso de Grecia. En este sentido, en el último anuncio mencionado de la UE en relación con las respuestas a esta crisis, se comprometen a admitir a cualquier sirio que llegue a las fronteras externas de la Unión, garantizando el derecho de no devolución, y a tener operativo el tan demandado Plan Regional de Protección para diciembre de este año. Por último, no podemos dejar de mencionar un impulso que parte de iniciativa propia de la Unión, y que de haber estado vigente habría supuesto en esta espinosa situación un refuerzo jurídico a la tesis que aquí mantengo. Me refiero, a muchas de las novedades contenidas en la segunda fase del SECA que aunque acordadas, en su mayoría se encuentran aún pendientes de formalización, transposición, etc.

Observamos, por otro lado con escasa sorpresa, como la Unión Europea protagoniza en la Crisis de Refugiados Sirios una reacción lenta, pesada. Como en muchos otros aspectos y en muchos otros momentos de su andadura, parece que no esté diseñada con unas instituciones ágiles, o peor aún, que por cuestiones políticas no sea viable llegar a alcanzar respuestas fluidas en situaciones críticas. Esto no deja de ser un asunto inquietante por las incertidumbres que nos plantea a cada paso. Más allá de esta crisis, esperemos que las medidas por llegar hagan honor al famoso refrán de más vale tarde que nunca; la gran cuestión que se nos plantea es si la UE conseguirá salvarse de todos los precipicios a los que acaba asomándose antes de armarse de valor para reaccionar en situaciones que se presentan como desesperadas.

Marta González Labián