Se acaba 2013 y comienza 2014. Con él, un nuevo año en el que poner en marcha los propósitos que cada uno de los españoles tienen en mente. Sí, nosotros también tenemos los nuestros, y queremos compartirlos con todos vosotros.

 Estamos seguros de que la mayoría se va a sentir muy identificada con lo que planteamos. 7 eran las plagas, 7 los pecados capitales y 7 los días de la semana. También 7 son nuestros propósitos:

1- Responsabilidad individual. Somos conscientes de que cada uno tiene sus problemas, y que en muchos casos se deben a negligencias de los demás, incluyendo a las Administraciones Públicas. No obstante, creemos que hay que apelar a la responsabilidad individual para convertirnos en verdaderos ciudadanos, con nuestros derechos pero también con nuestras obligaciones cívicas. No podemos desvincularnos de lo que acontece a nuestro alrededor pues nosotros, con nuestros votos, con nuestras empresas, con nuestros trabajos, conformamos la sociedad en la que vivimos. Por todo ello, debemos ser parte de la solución, de forma activa, participando, colaborando y reivindicando lo que entendemos que nos merecemos como sociedad. No podemos hacer como si la cosa no fuese con nosotros cuando es nuestro futuro el que está comprometido.

2- Esfuerzo y liderazgo. En un país que está sufriendo una crisis extraordinaria en el ámbito económico, en el de valores e incluso en el territorial, debemos poner las bases porque la situación no se vuelva a repetir. Necesitamos recompensar a los mejores, tenemos que darle una oportunidad a nuestros jóvenes talentos, y también ellos deben participar políticamente. No es concebible que gente bien formada, con carrera(s), máster(es) e idioma(s) no lideren el cambio que tanto necesitamos en el país. Necesitamos un rejuvenecimiento de ideas y de liderazgos de personas que tengan la capacidad de expresar ideas más allá de leer un papel.

3- Intolerancia a la corrupción. Todos estamos indignados con las historias prácticamente diarias que aparecen en los medios de comunicación. Para que no se vuelvan a producir, tenemos que dejar de mirar a un lado y denunciar las prácticas ilícitas siempre que podamos, además de no reírle la gracia al que las lleva a cabo. De todos depende tener un país más serio, pero también necesitamos leyes que inhabiliten de forma definitiva a todo aquél que tenga intenciones de cobrar los duros a pesetas. Igualmente, hay que castigar estas situaciones en las urnas, pues hacemos el ridículo como sociedad cada vez que apoyamos a personas/partidos que tienden a justificarse con el clásico de “y tú más”. Como ciudadanos responsables, y más allá de que nuestra ideología se oriente a un lado u otro del espectro, hemos de ser críticos, al igual que un padre responsable no le permite todo a su hijo y al igual que no todo lo que hace un hijo está bien.

4- Exigencia democrática. Se nos llena la boca, se nos inflan los pulmones y alzamos la voz cada vez que pronunciamos la palabra democracia (ni que decir tiene cuando decimos Constitución). Ya está bien de que ésta se reduzca al rito de la votación en las urnas cada 4 años. Si bien votar es necesario (la próxima cita es la de las elecciones al Parlamento Europeo, en mayo), no es en absoluto suficiente. La sociedad civil tiene que demandar un mejor funcionamiento de la democracia. Para empezar necesitamos un cambio en un sistema electoral obsoleto, que al menos nos permitiese la posibilidad de votar en listas abiertas a candidatos que conozcamos, que podamos valorar en función de sus cualidades, y no que sean el producto de unas oscuras maniobras y tejemanejes de los partidos y en los partidos los que determinen quiénes van a ejercer cargos en la función pública. Nuestros representantes políticos, en demasiados casos, no parecen entender lo que significa servir a tu país. La política no puede ser patrimonio de los partidos, y en cualquier caso, profundizar en una actualmente escasa democracia interna de los mismos ha de ser lo mínimo a demandarles.

5- Transparencia real. Lo cierto es que el hecho de que debamos abordar este tema en el S. XXI es ya de por sí bastante lamentable. Pues sí, y contrariamente a lo que sucede en otros países de nuestro entorno, parece ser que no es normal que se sepa de manera detallada cómo y dónde gastan las subvenciones públicas de que disponen los partidos políticos o los sindicatos, o lo que cobra un político, o incluso que nos preguntemos cómo pueden pagar los pisos y coches que tienen con el salario del que disponen. La recientemente aprobada Ley de Transparencia, que venía a solventar una anomalía histórica, debe ser una herramienta esencial ante arbitrariedades y despropósitos, pero sin voluntad real por parte de los actores implicados, que implique algo más que un cambio meramente cosmético, se puede quedar en agua de borrajas.

6- Cultura del pacto. Vemos cómo existen otros países como el Reino Unido o Alemania (reciente está el acuerdo entre la CDU de Merkel y el SPD) donde se puede pactar, incluso gobernar en coalición y no pasa nada. En España, lamentablemente, ni siquiera las grandes cuestiones (reforma laboral, reforma de las pensiones, Ley de Educación, Sanidad…) parecen disfrutar de consenso, por no hablar de una hipotética reforma constitucional. En este sentido, la defensa del Estado del Bienestar no puede ser una cuestión de derechas o de izquierdas, sino una de las bases sobre las que se sustenta una sociedad europea contemporánea como la española. Nuestros políticos han de gobernar para el conjunto del país, no únicamente para sus votantes. Es de ciencia ficción regular temas sin tener en cuenta la opinión de los involucrados o peor aún, obviando por completo la misma (la ley de Educación o la del Aborto son dos ejemplos al respecto y la justificación del compromiso con el programa electoral no parece muy seria, a tenor de otros incumplimientos como las subidas impositivas).

7- Medios de comunicación. De nuestros propósitos no se libra nadie, ni tan siquiera los medios. Para empezar, una loa: al menos, están demostrando un nivel alto de independencia al destapar irregularidades varias (ERE, UGT, Gürtel, Bárcenas, etc, etc, etc). Sí, pero esto está pasando ahora, ¿y antes qué? Durante las vacas gordas, la connivencia con los malos hábitos era prácticamente total. Y lamentablemente, aún hoy sigue habiendo periodistas que dicen que “valen más por lo que callan“. La responsabilidad existe a nivel local, autonómico y estatal, y los medios de comunicación no deben ser ajenos a la realidad que nos toca vivir.

Dada la delicada situación del país, todo esto parece muy idílico, pero no tendría por qué serlo. Al contrario, lo que planteamos es lo mínimo exigible. Olvidémonos de discursos derrotistas y comprometámonos políticamente. Sí, políticamente. Política, al final, es todo, no es solamente la que hacen los partidos políticos. Nuestra situación depende mucho más de nosotros de lo que nos creemos y nos hacen creer. Cambiemos las cosas. Que la crisis sirva para algo. Todavía nos queda tiempo, 2014 es un buen año para empezar en esta senda. ¿No os parece?

Salvador Llaudes y Alan Odobasic

*Artículo publicado el 2 de enero de 2014 en El Huffington Post