Blas Infante, considerado como “Padre de la Patria Andaluza” y máximo exponente del andalucismo soberanista, sigue estando condenado por el franquismo 78 años después.  Un pelotón de fusilamiento, seguido de una sentencia de muerte surrealista a los ojos del derecho, puso fin a la vida de uno de los personajes andaluces más importantes de la España contemporánea.  En este sentido, la muerte de Blas Infante al filo de la madrugada del 11 de agosto de 1936 no fue sino la reacción de falangistas y derechistas sevillanos a una vida plenamente dedicada al ensalzamiento y el reconocimiento de los derechos propios de Andalucía.

La situación andaluza en los inicios del siglo XX era de lo más desalentadora como consecuencia de los problemas del campesinado, del caciquismo y del bajo nivel educativo y cultural. En este contexto tan desesperado para Andalucía, Blas Infante comenzó a tomar contacto con el ambiente intelectual sevillano y con las ideas políticas andalucistas, siendo posible establecer el año 1910, fecha en que se trasladó al pueblo de Cantillana para ejercer como notario, como fecha de inicio del activismo andalucista de nuestro protagonista.

A partir de esta fecha, la actividad de Blas Infante fue frenética. En el Congreso de Ronda de 1913 expuso sus ideas políticas y socioeconómicas relativas a Andalucía; en 1915 publicó “Ideal andaluz”, obra en la que expuso su perspectiva respecto a los problemas andaluces, así como sus posibles soluciones a los mismos; en 1916 fundó el Centro Andaluz de Sevilla, desde donde publicaba la revista “Andalucía”; en 1918 propuso recuperar la vieja bandera andalusí, verde y blanca y creó el escudo de Andalucía; y, finalmente, en 1919, firmó el Manifiesto Andalucista de Córdoba, el cual hablaba sobre la necesidad de un estado federal para España y definía a Andalucía como nacionalidad histórica.

Con la instauración de la dictadura de Primo de Rivera, la actividad regionalista de Blas Infante brilló por su ausencia como consecuencia de la negativa del gobierno a permitir cualquier tipo de acto que atentase contra la unidad de España. Sin embargo, en 1931, con la instauración de la II República, volvió a Sevilla y retomó la actividad en pro del andalucismo, además de ser nombrado jurista de la comisión del Gobierno para la reforma agraria, lo que supuso una muestra del compromiso que Blas Infante tenía con la nueva República que estaba por construirse en España.

En 1933 se aprobaron las bases del anteproyecto del Estatuto de Andalucía, en el que Blas Infante participó activamente. Además, ese mismo año compuso la letra del Himno de Andalucía basándose en antiguas melodías religiosas que los jornaleros andaluces entonaban al finalizar su jornada de trabajo. Sin embargo, en 1933, como consecuencia de la victoria de la derecha en las elecciones, la constitución del gobierno radical – cedista y las políticas aplicadas por éste, Blas Infante comenzó a sentir desafección con respecto a la República y se produjo la radicalización de sus ideas. Ejemplo de esto lo podemos observar en alguna de sus intervenciones respecto del sistema de partidos republicano:

“Hoy puede llegar a definirse un partido (por lo menos en España) como un complejo de comités electoreros de permanente constitución y de acción constante, ordenado a la captación del censo electoral, mediante el malvado tecnicismo maestro en artilugios electoreros, en beneficio de una clase determinada o en beneficio de unos cuantos vanidosos o arbitristas”

No obstante,  el 16 de Febrero de 1936, a raíz de la victoria del Frente Popular, la situación volvió a ser favorable para las propuestas de Blas Infante. De hecho, el 2 de abril, la Junta Liberalista de Andalucía decidió publicar y difundir el Anteproyecto de Bases para el Estatuto de Andalucía por todo el territorio andaluz, con la intención de que fuese sometido a referéndum en el mes de septiembre. Sin embargo el 18 de julio tuvo lugar el golpe de estado militar que sumiría a España en el caos y que daría lugar a una Guerra Civil que no solo acabó con la legalidad democrática republicana, sino que también acabó con la vida de Blas Infante.

Sevilla tardó poco tiempo en caer en manos de los militares rebeldes que habían llevado a cabo el golpe, de modo que el 2 de agosto de 1936, Blas Infante fue detenido en Coria del Río, mientras se encontraba en su casa acompañado de su familia. Dicha detención no fue sino el inicio de un largo transitar por diferentes emplazamientos tales como un cuartelillo de la Falange, unas dependencias policiales y una prisión improvisada en un antiguo cine sevillano. Finalmente, en torno a las once de la noche del día 10 de agosto era conducido en un camión junto con otros detenidos hacia la carretera de Carmona, donde a la altura del kilómetro 4 fue asesinado.

Más allá de lo ruin del asesinato de Blas Infante, nos encontramos con que cuatro años después de su muerte, concretamente el 4 de mayo 1940, el Tribunal de Responsabilidades Políticas que se creó tras la guerra, dictó una sentencia en la que lo condenaba a muerte y obligaba a sus descendientes a pagar una multa de 2.000 de las antiguas pesetas. La sentencia exponía que Blas Infante “formó parte de una candidatura revolucionaria en las elecciones de 1931; en los años sucesivos hasta 1936 se significó como propagandista para la constitución de un partido andalucista y regionalista andaluz (…), lo que supone en él una actitud de grave oposición y desobediencia al mando legítimo y de las disposiciones del mismo emanadas”.

Ante esta aberración jurídica, nada se hizo, como es obvio, durante el franquismo. Sin embargo, la llegada de la democracia a través de la Transición Española, no se tradujo ni siquiera en un gesto para con Blas Infante. Sí es cierto que han tenido lugar tímidos intentos, tales como la aprobación en 2007 por parte del Pleno del Parlamento andaluz del inicio de los trámites para anular la sentencia contra Blas Infante o la pronunciación en mayo de 2010, nuevamente por parte del Parlamento andaluz a favor del estudio de las vías y posibilidades jurídicas que posibiliten la restitución y la dignidad de Blas Infante. Pero estos intentos no han prosperado, y dicha restitución no ha sido alcanzada. De hecho, si nos atenemos a unas declaraciones que el ex Fiscal General del Estado, Candido Conde-Pumpido, hizo en 2010 mientras ostentaba su cargo, podemos deducir que la declaración oficial de la sentencia que condenó a Blas Infante cuatro años después de su muerte como nula de pleno derecho es algo que está lejos de conseguirse.

Concretamente, ante la petición de la declaración de nulidad de la sentencia por parte del ayuntamiento de Casares, el pueblo natal de Blas Infante, Conde-Pumpido respondió que no había necesidad de una declaración oficial, puesto que en aplicación de la Ley de Memoria Histórica, la sentencia es “nula de pleno derecho” y “no existe ninguna apariencia externa de legalidad que sea preciso destruir para restablecer el orden jurídico perturbado”, ya que la publicación de la Ley implicó que se declararan “expresamente carentes de vigencia jurídica las normas en las que se basó la condena de Blas Infante”, al igual que la “ilegitimidad que le sometieron a enjuiciamiento y las condenas”.

Independientemente de la interpretación que Conde-Pumpido hizo del alcance de la Ley de Memoria Histórica, sigue sin existir una declaración formal de nulidad de la sentencia que con cuatro años de retraso condenó a muerte a Blas Infante, un hombre que ya había escrito en 1917 que “si en la lucha que hemos emprendido nos sorprende la muerte, tendremos la íntima satisfacción de haber cumplido con nuestro deber”.

Enrique Roldán Cañizares