“Instituciones europeas poco democráticas”. Éste ha sido el argumento que ha dominado el discurso de partidos euroescépticos como el UKIP de Nigel Farage o el Front National de Marine Le Pen. 

No obstante, el apogeo de los movimientos euroescépticos nos lleva a preguntarnos si sus argumentos están realmente fundamentados y si, en todo caso, han logrado adquirir tanta importancia como parece el caso.

Basémonos en los hechos para tratar de responder a estas cuestiones. Se dice que las instituciones europeas deberían ser más democráticas. ¿Acaso los ciudadanos europeos no elegimos directamente a los miembros del Parlamento desde 1979? Esto parece bastante democrático. El Consejo Europeo, por su parte, está compuesto por los Jefes de Estado o de Gobierno de cada uno de los países miembros, los cuales también han sido elegidos democráticamente mediante elecciones en sus respectivos Estados. Por ahora, parece que la democracia es la esencia de estas dos instituciones.

¿Qué ocurre con la Comisión Europea? Desde que entrara en vigor el Tratado de Lisboa el 1 de diciembre de 2009, el resultado de las elecciones al Parlamento Europeo deberá tomarse en cuenta a la hora de designar al presidente de la Comisión. Es decir, a propuesta del Consejo Europeo, que, como hemos visto, no sufre del déficit democrático mencionado, el Parlamento elige por mayoría al candidato propuesto. Por otra parte, desde la entrada de Croacia en la Unión el pasado verano, la Comisión está formada por 28 comisarios, los cuales se eligen de común acuerdo entre el Consejo Europeo y el presidente electo. Desde luego, parece que, al menos desde Lisboa, la Comisión Europea es también una institución bastante democrática.

No obstante, a pesar de los avances que ha hecho la Unión en esta materia, aún queda mucho camino por recorrer. Una de las posibilidades de las que se viene hablando para que las instituciones sean más democráticas es que el presidente de la Comisión sea directamente elegido por sufragio universal por los ciudadanos. Otra, la creación de un Parlamento exclusivamente para la zona euro.

Por otra parte, otro de los argumentos que hemos oído por parte de los partidos euroescépticos es el de la poca cercanía con respecto a los ciudadanos de los candidatos al Parlamento y a la presidencia de la Comisión. Pues bien, la Unión también ha mejorado sustancialmente en este sentido. ¿Acaso no ha habido varios debates en España desde que se iniciara la campaña? Y así en otros muchos países de la UE. Por tanto, solo en el caso de que no nos hayamos interesado realmente, no podremos decir que no conozcamos a los líderes y candidatos. Además, no debemos olvidar que el proceso ha sido aún más cercano gracias al trabajo realizado en las redes sociales. Un ejemplo de ello es el hashtag #TellEurope utilizado en twitter para el último de los debates entre los candidatos al puesto de Presidente de la Comisión.

Una razón más por la cual podríamos pensar que los ciudadanos en realidad no tienen tan poco aprecio por la UE como quieren hacernos creer los euroescépticos es que, según datos del eurobarómetro del otoño pasado, los españoles valoran más positivamente las instituciones europeas que las españolas. ¿No significa esto algo? Parece evidente que los españoles tienen depositada una mayor confianza en la Unión que en los dirigentes de su propio país.

Una última observación: los medios de comunicación nos advierten del gran peligro que pueden suponer los partidos euroescépticos. Sin embargo, lo cierto es que no están teniendo tanta visibilidad como cabía esperar, sino que los que más se están haciendo ver son los partidos europeístas. Además, si algo positivo puede extraerse de la campaña electoral y si de algo podemos jactarnos en Europa a día de hoy es que hay un claro consenso en cuanto a los principios generales que persiguen los principales partidos europeos: aunque con lógicas discrepancias, todos ellos apuestan por una mayor integración, de un modo u otro, pero más integración. Una prueba clara de esto es que tanto partidos a nivel nacional tan distintos como UPyD o ERC como el European Green Party a nivel europeo coinciden en la necesidad de aunar fuerzas y lograr dotar a la UE de una voz fuerte en el ámbito internacional, es decir, articular una verdadera política exterior.

En cualquier caso, a partir de lo que hemos visto y oído, quizá lo que podríamos decir es que los que verdaderamente están adquiriendo importancia son los críticos con la Unión Europea, es decir, aquellos que creen necesaria una reforma en su seno pero que, al fin y al cabo, lo que quieren es que más Europa venga acompañada de una mejor Europa. En cambio, puede que los euroescépticos, los que no creen en la Unión Europea y que, como hemos visto, abogan por abandonarla, no sean probablemente tan numerosos como pensamos y puede, además, que no tengan tanto apoyo como se pensaba.

Elisa Rodríguez