Ayer tuve el honor de participar en el encuentro con el resto de #tuiterosUE en una noche electoral organizada de un modo excelente por el Parlamento Europeo. Así, me reuní con gente como Anna Bosch, Dídac Gutiérrez-Peris, Javier García Toni, Wojciech Golecki, Eric Plaza o Miguel Ángel Gonzalo para analizar en vivo la jornada electoral, junto al resto de periodistas que cubrían el evento.

La cuestión es, ¿hubo o no hubo sorpresas? En primer lugar, si nos fijamos en términos nacionales, el gran triunfador –completamente inesperado- de la noche es el partido Podemos, de la reciente estrella de tertulias televisivas, Pablo Iglesias. ¿Quién le iba a decir a este profesor universitario de la facultad de Ciencias Políticas de Somosaguas que iba a lograr capitalizar el gran descontento existente en el país y rivalizar con Izquierda Plural por la tercera plaza en las elecciones europeas? Podemos ha llegado a sobrepasar incluso a Unión, Progreso y Democracia (cuestión que debería hacerles a estos replantearse su estrategia).

Por lo demás, hundimiento de los 2 grandes partidos estatales (que ha tenido como consecuencia la convocatoria de Congreso Extraordinario por parte de Alfredo Pérez Rubalcaba) ya que no alcanzan el 50% de votos, y gran dispersión del voto, incluyendo la entrada de otras dos formaciones nuevas en el Parlamento Europeo, Compromís-EQUO y Ciudadanos. Un par de detalles más: en Catalunya se produce sorpasso (ERC vence a CiU; el original gana a la copia) y en Andalucía el PSOE se vuelve a hacer fuerte (35% del voto). Susana Díaz dará que hablar. En cualquier caso, es difícil extrapolar estos resultados a unas elecciones nacionales, donde la abstención será mucho menor y se penaliza el voto minoritario, fundamentalmente por las circunscripciones provinciales. Es demasiado pronto para anunciar fines de bipartidismos.

Hace unos días hablaba de los cuatro factores que entendía iban a ser la clave de estas elecciones europeas en España. Por una parte, la ausencia de campaña en términos europeos (EQUO, quizás el partido que más campaña ha hecho en estos términos, no ha sido especialmente beneficiado); por otra, la gran abstención. En este sentido, es cierto que tanto en España como el conjunto de Europa los resultados son mejores que hace 5 años, aunque la participación sigue siendo muy escasa (45,84% por 44,9% y 43,09% por 43% respectivamente), con lo que el objetivo de movilización con las novedades de estas elecciones no parece que se haya logrado; en tercer lugar, la ausencia de partidos euroescépticos que logren representación en España. Esto, como hemos visto, se ha cumplido. Incluso partidos que pueden expresar su desconformidad con cómo va el proyecto comunitario, no están en contra del mismo, como es el caso de Podemos; por último, pero no menos importante la todavía preeminencia del bipartidismo en nuestro país, que ha sufrido una caída dramática, pero aún conserva el 49% de los votos y el 56% de los escaños. Como vemos, parece que las tendencias apuntadas, si bien con matices, se confirman.

En Europa en su conjunto, los últimos datos provisionales dan la victoria al Partido Popular Europeo, con hasta 213 escaños, por los 190 de la Alianza de Socialistas y Demócratas, resultado éste menor al que pronosticaban todas las encuestas. Ambos grupos sumados darían un total de 403 diputados, por encima de los 376 necesarios para ratificar al Presidente de la Comisión. Es posible que estos grupos y el de los liberales (66 escaños) busquen repartirse las distintas presidencias que están en juego (Comisión, Consejo Europeo, Parlamento). Así, no es en absoluto descartable que Schulz, Juncker y Verhofstadt acaparen esos puestos respectivamente.

Por su parte, los partidos eurófobos triunfan en Francia, Dinamarca, Reino Unido y Austria (con porcentajes en todos los países de más del 20%). Especialmente paradigmático es el caso de Francia, donde Le Pen se hace con una victoria incontestable tras el hundimiento de UMP y, sobre todo, del Partido Socialista. El UKIPde Nigel Farage vence las elecciones por delante de laboristas y conservadores, respectivamente; mientras tanto, los liberal-demócratas se hunden. En Hungría, Finlandia y Grecia los euroescépticos también logran buenos resultados. En Alemania, país donde la CDU logra una gran victoria (doblará en votos al siguiente partido del Partido Popular Europeo) un partido anti-euro, el AfD, logra hasta el 7% de los votos. En Italia, además del estupendo resultado de Matteo Renzi y su Partito Democratico, el Movimiento 5 Estrellas de Beppe Grillo se consolida en segunda posición. En Países Bajos, sin embargo, el mediático, eurófobo e islamófobo Geert Wilders se tendrá que conformar con una cuarta posición.

Estas tendencias euroescépticas deben suponer en adelante un toque de atención muy serio a los partidos tradicionales. Es evidente que los ciudadanos comunitarios no están satisfechos con la marcha del proyecto común. Si no se da respuesta a los retos planteados en forma tanto de mayor legitimidad democráticacomo de legitimidad de resultados, los cimientos de la UE corren un riesgo muy serio.

Salvador Llaudes