La aparición de indicadores macroeconómicos positivos en la economía española puede indicar un cambio de tendencia, aunque es pronto para lanzar las campanas al vuelo, dado que la influencia de los mismos en la microeconomía es aún muy débil.

 Además, esta situación no es nueva desde que la crisis apareció en nuestras vidas; no hace tantos años ya tuvimos la negativa experiencia de los “Brotes Verdes”.

Desde la perspectiva del político en el poder estos datos son oxígeno; desde la de un economista afín, se trata de un trabajo bien hecho; desde la de un economista independiente, el devenir futuro de la economía es cuando menos incierto. Ninguna de estas visiones es la de un padre de familia en paro o la de un estudiante recién licenciado, y ello se debe a que a día de hoy siguen viviendo en un mundo muy distinto a esos datos que aparecen en la prensa y que prevén crecimientos del PIB de este año del 1.1%. La cruda realidad es difícil de entender para estos individuos y las explicaciones (“hemos vivido por encima de nuestras posibilidades…”) son incomprensibles.

Tras muchos años de crisis, hemos llegado a la conclusión de que hay dos recetas contrapuestas: por un lado la austeridad, y por otro, los estímulos económicos. Una de las peculiaridades de la que hemos podido ser testigos es cómo se han mezclado y defendido actuaciones económicas que nada tenían que ver con la ideología económica presumible a los distintos partidos que han estado en el poder. Esto no es algo negativo per se pero es esclarecedor de lo que hay detrás, y es que hasta la fecha no se habían sentido con la magnitud de ahora los graves efectos que lleva consigo la globalización.

Nos hemos unido (Europa) para ser más fuertes ante los cambios que se estaban dando en el mundo. Como país ganamos una moneda más fuerte, más libertad, un mercado más grande. Pero paradójicamente también perdimos. Al tener una moneda fuerte somos menos competitivos en un mercado global (no podemos hacer que el cambio fluctúe); mas libertad de movimiento también implica mas competencia, lo mismo que un mercado más grande.

Si a estos factores les sumamos que tanto España como país, como la Unión Europea en su conjunto compiten en un mercado global, estamos ante una situación muy complicada, ya que no nos basta con nuestro gran mercado interno. Por tanto, pese a la mejora de competitividad de la economía y a la bajada de sueldos, seguimos perdiendo mercado pues al apreciarse el tipo de cambio del euro sigue resultando más barato comprar fuera. Así, la Unión Europea debe huir de una política económica rígida que no dará solución a los problemas que deben enfrentar los distintos Estados que la componen.

Hace algo más de una semana el presidente del BCE, Mario Draghi anunció medidas encaminadas a reactivar la economía (inyección de liquidez, bajada de los tipos de interés, penalización de los depósitos que tengan los bancos en el BCE para que estos contribuyan al crédito). Pese a no ser medidas espectaculares, suponen un vuelco a la política económica llevada hasta la fecha.

La Economía es un sistema interrelacionado donde el efecto de una decisión no afecta a un solo parámetro sino que arrastra a la totalidad. Por tanto, es muy importante comprender que es necesario un completo análisis de todas las variables para poder llegar a una conclusión definitiva. Al igual que al bajar los impuestos se está haciendo una política fiscal expansiva que afecta a una serie de variables, éstas deben estar bien definidas y analizadas, ya que si al mismo tiempo hay una política monetaria restrictiva el efecto tiende a compensarse y dejarte en el mismo punto.

En la situación actual del mercado no basta con que una economía como la española crezca al 2%; si la economía alemana se encuentra en recesión cayendo un 1%, lo que va a acabar contando es la coyuntura de estos países en su conjunto, no por separado. Dicho de otra manera, si solo fuesen los países del sur de Europa el problema, éste no existiría. Esta cuestión a su vez la podemos intuir también por el ultimo movimiento de la Unión Europea de la mano del Banco Central Europeo, y es que lo que se llevaba demandando en los peores momentos de la crisis (estímulos económicos) y que fue rechazado de forma sistemática, ahora se pone en marcha, cuando lo que se sigue vendiendo es que la receta de la austeridad funciona.

En definitiva, es imposible que a corto plazo se aprecie cambio alguno en la economía “real”; es más, es difícil que a medio plazo varíen mucho las cosas. Más que nunca es necesario que todos seamos conscientes de que la solución pasa por la Unión Europea.

Alan Odobasic