Mañana 18 de septiembre los escoceses responderán “sí” o “no” a la siguiente pregunta: “¿Debería ser Escocia un país independiente?”.

 A falta de escasas horas para la celebración del referéndum sobre la independencia de Escocia todos los focos están puestos en un acontecimiento clave para el futuro de Europa. El resultado es incierto, existiendo una igualdad casi absoluta entre ambos bandos, con proyecciones que han dado continuamente la victoria al “no”, pero disminuyendo la diferencia de manera constante en los últimos meses, e incluso encontrándonos con alguna encuesta que últimamente predecía una victoria del “sí” y que ha provocado pánico en los unionistas.

La campaña oficial a favor de la independencia ha estado marcada por el eslogan “Yes Scotland”, mientras que la campaña en contra de la independencia llevaba por nombre “Better Together. Los partidarios del “sí”, encabezados por Alex Salmond, dirigente del Partido Nacional Escocés (SNP, por sus siglas en inglés), afirman que la unión entre Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte les perjudica, ya que en caso de convertirse en un país independiente, Escocia podría ser uno de los países más ricos del mundo debido a sus reservas de petróleo. Entre los que defienden la postura unionista se encuentra David Cameron, Primer Ministro de Reino Unido, quien argumenta que el Reino Unido (incluyendo a Escocia) es un ejemplo por sus logros en materia económica y social. En esta posición también se sitúa Alistair Darling, responsable de la campaña.

El debate entre las dos posturas ha girado fundamentalmente en torno a dos temas esenciales: el control del petróleo y la moneda. Los partidarios de la unión señalan que la explotación exitosa se ha debido al esfuerzo conjunto de Inglaterra y Escocia. También argumentan que las previsiones de los partidarios de la independencia son demasiado esperanzadoras, pues es irresponsable basar su argumentación en reservas de petróleo que tarde o temprano se agotaran. La cuestión, según fuentes del Gobierno escocés, radica en el impuesto que se aplica a la porción que corresponde a Escocia por su explotación.

El otro tema candente del debate es el de la moneda. Los partidarios del “sí” apuestan por seguir utilizando la libra si finalmente logran la independencia. Aunque desde las filas unionistas se insiste en rechazar que Escocia mantenga la libra si se convierte en un país independiente, el 5 de agosto vimos fisuras en este discurso, con las dudas expresadas por Darling acerca de que una Escocia independiente no pudiese seguir utilizando la moneda británica. En cualquier caso, si no utiliza la libra, ¿emitirá Escocia moneda propia? ¿Utilizará el euro?

Los interrogantes sobre las consecuencias inmediatas del referéndum también han surgido. ¿Qué pasará si gana el “sí”?, ¿Escocia se convertirá directamente en un Estado independiente? ¿La Unión Europea aceptará su entrada automáticamente?

Lo cierto es que en el caso de que gane el “sí”, el Gobierno escocés negociará con Londres el proceso de independencia durante 18 meses y convocará las primeras elecciones parlamentarias independientes en mayo de 2015. En el caso de que gane el “no”, los diferentes líderes políticos del Reino Unido han prometido ceder más autonomía a Escocia. A día de hoy, Escocia tiene competencias sobre educación, sanidad, legislación y policía, por lo que la clave esta en el ámbito fiscal.

En cuanto a la pertenencia de Escocia a la Unión Europea, en el caso de que el “sí” obtenga la mayoría, voces autorizadas como la del todavía Presidente de la Comisión, Durao Barroso, afirman la dificultad de que una Escocia independiente se convierta automáticamente en miembro de pleno derecho de la UE, entre otras cosas porque es poco probable que todos los socios de la UE acepten como miembro, sin que exista un período de negociaciones previo, a un territorio escindido de uno de sus miembros.

Durante los meses previos a la celebración del referéndum, tanto medios de comunicación como los partidos políticos, tenían la idea generalizada de que el “no” saldría vencedor, por lo que la hipótesis de una Escocia independiente estaba prácticamente descartada. Ante el cambio de tendencia, uno de los grandes interrogantes que se pueden plantear en el que caso de que el “sí” obtenga la mayoría, es la posibilidad de que Gales e Irlanda del Norte persigan la misma vía independentista.

Ante el ajustado resultado que se prevé, la última decisión la tendrán los votantes indecisos. El último sondeo apuntaba a que el 84% de la población que acudirá a las urnas tiene ya su voto decidido, mientas que en torno al 16% aún no ha tomado una decisión. ¿Seguirá siendo Escocia parte del Reino Unido? ¿O tendremos un Reino des-Unido a partir de ahora?

Manuela Sánchez Gómez