A falta del visto bueno definitivo del Parlamento Europeo tras el examen correspondiente a los nuevos comisarios, se ha completado finalmente el relevo institucional en Parlamento, Consejo Europeo y Comisión.

 El 1 de noviembre la nueva Comisión dará finalmente sus primeros pasos con la estructura que vemos en la imagen, si es que no hay sorpresas y se vuelve a producir otro caso Buttiglione.

Así, a la victoria electoral del Partido Popular Europeo (PPE) en los comicios del 25 de mayo, le siguió el acuerdo entre los diferentes grupos políticos para que, en primer lugar, Martin Schulz permaneciese en su cargo de Presidente del Parlamento durante los próximos dos años y medio. A cambio de esto, se buscaría respetar la preferencia electoral de los ciudadanos europeos, tras una campaña que por vez primera exigía que el candidato más votado de los que optaban a dirigir la Comisión (Spietzenkandidaten) tuviese la oportunidad de formar gobierno.

De esta forma, Jean-Claude Juncker, el candidato del PPE, logró el apoyo de la cámara tras ser propuesto no sin pocas dificultades por un Consejo Europeo en el que el líder británico, David Cameron, se oponía férreamente a su elección. Tras su nominación, se demoró hasta el final del verano la decisión sobre quiénes iban a ostentar los cargos de presidente del Consejo Europeo y de Alto Representante. Donald Tusk y Federica Mogherini fueron los elegidos, por delante de otros posibles candidatos como eran Thorning-Schmidt, Dombrovskis, Georgieva o Sikorski. Con ello, se lograba un equilibrio entre aspectos geográficos (Este-Sur), ideológicos (conservadores-socialdemócratas) y de género (hombre-mujer), poniéndose en valor la experiencia del primero y la juventud de la segunda. Además, y con esta decisión, se premiaba el buen hacer de Polonia a lo largo de los últimos años, en los que Tusk había sido el Primer Ministro del país, y la vuelta italiana al centro de decisiones en Europa, una vez Matteo Renzi había logrado un impulso político muy importante tras lograr el mejor resultado electoral de todos los líderes europeos.

La última parada de este recorrido ha sido la composición de la nueva Comisión Europea. Y en esto ha habido ciertas sorpresas, para disgusto de aquellos analistas que preveían un apocalipsis tras la elección de Juncker. El luxemburgués ha optado por plantear una composición de la Comisión con novedades tanto a nivel organizativo como de prioridades, enfrentándose de este modo a las críticas recibidas por el supuesto inmovilismo que iba a suponer su elección y por quienes le tachaban de ser un supuesto federalista radical.

Su habilidad negociadora le ha permitido, en primer lugar, presionar (con éxito) a los Estados para que el número de comisarias no descienda, contrariamente a las primeras previsiones. Para ello, ha premiado a aquellos países que han presentado a mujeres con importantes puestos, incluyendo 3 de 7 vicepresidencias. Si bien es cierto que la cifra de 9 carteras sobre 27 (o sobre 28, si contamos al propio Juncker) no es escandalosamente positiva, por vez primera se ha puesto de manifiesto lo intolerable que sería tener una Comisión con menos mujeres y, por tanto, tan poco representativa en términos de género.

Juncker prometió en su programa de gobierno centrarse en desarrollar más los aspectos esenciales de la integración europea y dejar cuestiones secundarias al margen. Ante la tensión con Rusia, ha optado por la creación de una cartera de Unión Energética, con rango de vicepresidencia, y ha redoblado esfuerzos en el Mercado Digital Único, también con rango de vicepresidencia. Además, ha nombrado a un vicepresidente primero, Frans Timmermans, que será su mano derecha. Para España, el balance es ambiguo: por un lado, se ha perdido la vicepresidencia que ostentaba Almunia; por otro, Arias Cañete ha sido nombrado comisario de Acción para el Clima y Energía -cartera deseada por muchos-, aunque será coordinado por Alenka Bratusek, la responsable de Unión Energética.

Asimismo, hay que destacar la creación de una estructura original y mucho más funcional de la Comisión, con 7 vicepresidencias que coordinarán el trabajo de los restantes comisarios (como podemos ver explícitamente de manifiesto en la carta de Juncker a Cañete). Dado que hay un comisario por país, y que esto, en la práctica, supone dificultades añadidas de cohesión interna, al crear una estructura clara que defina mejor las prioridades y la rendición de cuentas, se está dando un paso importante hacia un mejor funcionamiento de la Comisión.

Juncker ha optado por premiar con carteras importantes y vicepresidencias a los países que han presentado candidatos más sólidos (dándose el curioso caso de que ninguno de los “países grandes” ostenta ninguna vicepresidencia, más allá de la que ocupa Italia con la Alta Representante). La composición final de la Comisión, además, presenta un mayor balance ideológico del que se preveía en un principio, con la presencia de 14 conservadores, 8 socialdemócratas, 5 liberales y 1 de los euroescépticos de ECR, además de un nivel de experiencia notable, contando con 5 exprimeros ministros, 19 exministros, 7 excomisarios europeos y 8 exeurodiputados.

PD: Para todos aquellos interesados en seguir las acciones de los nuevos miembros de la Comisión Europea, he aquí una lista de twitter en la que aparecen todas sus cuentas.

(*) Publicado el 15/09/2014 en el Blog del Real Instituto Elcano.

Salvador Llaudes