París, jueves 24 de agosto de 1944. A las 21:22 horas, varios “oruga” blindados y un carro de combate Sherman toman la Plaza del Hôtel de Ville (Ayuntamiento);

 forman la vanguardia de los ejércitos de la Francia Libre -comandados por el general Leclerc- y están agrupados en torno a la IX Compañía de la 2ª División Acorazada, conocida en el argot militar de la Resistencia como “La Nueve”. Estos primeros blindados llevan pintadas varias de las batallas más conocidas de la Guerra Civil española, como “Madrid”, “Ebro”, “Belchite”, “Jarama”, “Teruel”, “Guernica”, “Guadalajara”, pero también nombres llamativos como “España cañí” o “Don Quijote”. Al mando de dichos carros de combate están antiguos combatientes de la contienda fratricida que, un lustro antes, había desangrado las tierras de España; un total de treinta y seis soldados del antiguo Ejército Popular de la República española, más cuatro franceses, son los primeros en tomar el corazón de la capital del Sena después de cuatro años de ocupación alemana.

Con la conmemoración del septuagésimo aniversario de la liberación de París, distintos medios de comunicación e historiadores han vuelto a traer al recuerdo el papel que estos compatriotas nuestros desempeñaron en un hecho de gran trascendencia histórica. Sin embargo, su testimonio e importancia ha estado sepultado durante décadas, también por la historiografía francesa, especialmente interesada antaño en resaltar la presunta “heroicidad” del país galo en su resistencia –no siempre cierta- frente a la ocupación nazi y el régimen colaboracionista de Vichy. Tampoco el general De Gaulle, en su histórico discurso del 25 de agosto desde el Ayuntamiento parisino -el histórico “¡París, París ultrajado! ¡París arrasado! ¡París martirizado! ¡Pero París liberado! Liberado por el mismo, liberado por su pueblo, con el concurso de los ejércitos de Francia, con el apoyo y concurso de toda Francia, esto es, de la Francia combatiente. Esto es, de la Francia auténtica, de la verdadera Francia, de la Francia eterna”- hizo alusión alguna al importante papel que los soldados españoles habían desempeñado en dicha liberación. Aunque ya se habían hecho pequeños homenajes, sólo recientemente, con François Hollande en la Presidencia de la República Francesa y Anne Hidalgo –nacida en San Fernando, Cádiz- en la Alcaldía de París se ha reconocido pública y oficialmente el papel clave que los soldados republicanos españoles en la liberación de la ciudad del Sena: el desfile de la tricolor republicana en los actos de 2012 y las recientes conmemoraciones del septuagésimo aniversario son una muestra de ello.

Tras la invasión aliada en las costas de Normandía el 6 de junio de 1944 y el imparable avance hacia la capital, la Resistencia se había levantado en armas en París el 18 de agosto gracias a la iniciativa de los comunistas. Los temores de que los ocupantes nazis intentarían repetir en la ciudad del Sena la furibunda destrucción que ya habían practicado sobre Varsovia –sospechas nada infundadas, puesto que Hitler ordenó a su gobernador en París, Dietrich Von Cholchitz, que dinamitara los monumentos más representativos de la ciudad, a lo que éste se negó-, no frenaron a los resistentes, que, pese a estar mal pertrechados y organizados, acabaron practicando una “guerra de guerrillas” contra los alemanes hasta la llegada de los primeros libertadores de París. Y dicho honor correspondió a curtidos soldados de la República española.

Los orígenes de los miembros españoles de “La Nueve” eran diversos, si bien antes de saborear las mieles del triunfo bélico, habían tenido que sufrir la penuria del exilio tras la derrota del bando republicano en el que militaban. Tras la derrota francesa en 1940, muchos de ellos fueron encarcelados por el régimen de Vichy en Francia y enviados a los campos de trabajos forzados en Argelia. Después del desembarco aliado en el norte de África en 1942, miles de estos hombres quedaron en libertad y, viendo la posibilidad de colmar su vieja aspiración de derrotar al fascismo, se enrolaron en las fuerzas de la Francia Libre del general De Gaulle pese a las discrepancias ideológicas existentes con este último. El objetivo común era acabar con la hegemonía que, en ese momento, las potencias nazifascistas del Eje ejercían sobre el continente europeo. A estos combatientes liberados se unieron otros milicianos republicanos que habían luchado junto a la XIII semibrigada de la Légion étrangère y los Corps Francs en campañas como la de Noruega de 1940. Los soldados del otrora Ejército Popular de la República española eran considerados competentes y se creía que estaban totalmente preparados para librar las duras batallas que se disputaban en la Segunda Guerra Mundial, entre otras razones, por su experiencia de combate y por estar acostumbrados a la autogestión de asuntos bélicos, dada la ineficaz coordinación existente en las antiguas filas republicanas durante la Guerra Civil. No en vano, el propio general Leclerc los calificó de “valientes pero difíciles de mandar (…); disciplinados pero revoltosos; amantes de la juerga, incluso en los momentos más críticos; ejemplo de solidaridad de grupo; desprendidos, soñadores y a ratos increíblemente temerarios”.

“La Nueve”, compañía en la que estaban integrados los soldados republicanos, fue fundada en 1943 en Marruecos y era el regimiento de infantería mecanizada de la 2ª División Blindada de la Francia Libre, armada y pertrechada por Estados Unidos. Cuando dichas fuerzas se encontraban acantonadas en Hull, en el noroeste de Inglaterra, para preparar la operación de invasión de las costas de Normandía, los republicanos españoles –un total de ciento cuarenta y ocho, entre comunistas, anarquistas de FAI y CNT y antiguos sindicalistas de UGT- decidieron en asamblea poner el nombre de sus carros de combate a las batallas más renombradas de la Guerra Civil en la que habían combatido un lustro antes. Una vez que desembarcaron en territorio francés a finales de julio de 1944, tras el alzamiento en armas de la Resistencia parisina y las presiones de De Gaulle para liberar la ciudad de la luz, las fuerzas del general Leclerc, entre las que despuntaba la Nueve, se dirigieron a París pese a la reticencia inicialmente demostrada por los aliados a que dicha campaña retardase el objetivo inicial: alcanzar cuanto antes Alemania.

El 23 de agosto, un grupo de carros de la Nueve, al mando del capitán Raymond Dronne, secundado por el español Amado Granell, comenzó a doblegar a las fuerzas ocupantes alemanas en localidades de la periferia sur de París, como Fresnes, Hay-les-Roses, Bagneux, Cachan, Arcueil y Kremlin-Bicêtre, e hizo su primera incursión en las calles de la capital francesa. Tras un amago de repliegue al pueblo de La Croix de Berny, que evitó Leclerc, las fuerzas liberadoras irrumpieron al día siguiente con gran fuerza en la ciudad de la luz a través de Porte d’Italie, evitando los puntos controlados por la Wehrmacht y dirigiéndose directamente hacia el Ayuntamiento por los actuales distritos XIII, el Pont d’Austerlitz y el Quai Henri IV. Escoltados por los parisinos, que se echaron en masa a la calle, el blindado “Guadalajara”, compuesto por combatientes de origen extremeño, fue el primero que hizo su entrada en la Plaza del Hôtel de Ville, enarbolando, al igual que el resto de fuerzas compuestas por republicanos, la “tricolor” de la II República española. Los soldados españoles, pese a ser recibidos con alborozo por el presidente del Consejo Nacional de la Resistencia, Georges Bidault –al igual que sus compañeros de la Nueve-, no “descansaron” y, a continuación, el “Guadalajara”, el primero que había irrumpido en la plaza consistorial de la ciudad del Sena, se encaminó hacia el barrio del Marais, donde en la Rue des Archives sufrió varios heridos entre sus filas tras subyugar a soldados alemanes allí atrincherados.

Tras librarse varias escaramuzas la mañana el 25 de julio –en las que las tropas republicanas de la Nueve jugaron un papel esencial-, a mediodía Von Cholchitz firmó la rendición y el general Charles de Gaulle entraba en la ciudad a través de la estación ferroviaria de Montparnasse, donde se entrevistó con el general Leclerc. Al día siguiente, De Gaulle hacía el desfile triunfal por los Campos Elíseos. París era liberada. Pero liberada también por combatientes republicanos españoles, a los que el líder de la Francia Libre les concedió el honor de encabezar la marcha del Arco del Triunfo a la Place de la Concorde, después de que hubiesen ejercido labores de vigilancia desde el día 24 en torno al monumento erigido por Napoleón para conmemorar sus victorias militares. Pocos de los libertadores españoles de la ciudad del Sena sobrevivirían a la Segunda Guerra Mundial: sólo dieciséis de los treinta y seis que habían entrado en París en agosto de 1944 permanecían con vida tras combatir “la Nueve” en las regiones de Alsacia y Lorena y llegar a la Baviera alemana. Sirva esta pequeña disertación divulgativa para sacar del olvido a los muchas veces ignorados protagonistas de una historia épica e inadvertida a los ojos del gran público, a este y al otro lado de los Pirineos.

Francisco José Rodrigo Luelmo