Entre el 15 y 17 de diciembre tuve el placer de representar a WithTheVoices en la última sesión plenaria del año 2014 del Parlamento Europeo, tras haber sido muy gentilmente invitado por los representantes de esta institución en España (en particular, quisiera agradecerle a María de Andrés y extender este agradecimiento a todo el equipo de la oficina de Madrid).

Para un analista, además de leer y pensar mucho, es absolutamente esencial acercarse in situ al lugar en el que se toman las decisiones, con el objetivo de conocer a los actores implicados en las mismas y observar el procedimiento, con las formalidades e informalidades que tienen lugar. De esta forma, no podía ser más acertada mi presencia donde el Parlamento Europeo se reúne una vez al mes. Allí, y con el carnet de prensa que se me proporcionó, tuve la oportunidad de conocer las instalaciones de los distintos edificios del Parlamento, así como del Consejo de Europa, reunirme con asistentes de europarlamentarios, entrevistar a varios europarlamentarios (en particular, Fernando Maura, Javier Nart y Florent Marcellesi, cuyas entrevistas aparecerán en los próximos días en la web de WithTheVoices), asistir al pleno y también a la conferencia de prensa de Frans Timmermans, primer vicepresidente de la Comisión Europea.

No sin cierta razón, los críticos arguyen que es un dispendio ridículo la ceremonia de desplazamiento a Estrasburgo para llevar a cabo los debates y votaciones que darán lugar a la posición del Parlamento Europa en los temas que se tratan. Personalmente, no me posiciono radicalmente a favor o en contra en este sentido, pero lo cierto es que el carácter simbólico de la bella capital de Alsacia en la historia europea, una historia llena de guerras, particularmente entre Francia y Alemania, explica muy bien el porqué de haber sido elegida como sede para la institución democrática por excelencia de la Unión Europea.

Tras los pasados comicios del 25 de mayo, la institución que hoy tratamos, el Parlamento Europeo, ha sufrido notables cambios internos, que responden a las decisiones de los electores. Así, y a pesar de que el Partido Popular Europeo ha vuelto a vencer las elecciones, lo ha hecho con un margen mucho más estrecho, lo cual ha provocado que haya tenido que formar una amplia coalición donde los socialdemócratas tenían más que decir que en la anterior legislatura, y donde los liberales de ALDE se han sumado, apoyando a Jean-Claude Juncker como presidente de la Comisión. Éste último ha lanzado un programa novedoso en el que destaca una reorganización interna de la propia Comisión Europea, con comisarios “de primera” y comisarios “de segunda”, así como el establecimiento de una serie de prioridades como son la lucha contra el desempleo, la Unión Energética en el continente o la consecución del Mercado Digital Único, amén de apostar más decididamente por el principio de subsidiariedad y de una mayor colaboración con el Parlamento Europeo.

Obviamente, a fecha de hoy no se puede saber si el nuevo ciclo institucional (que recordemos, se completó con la elección de Donald Tusk como presidente del Consejo Europeo y de Federica Mogherini como Alta Representante) logrará los objetivos que se planteaba Juncker en sus prioridades programáticas. Lo que sí que podemos saber, no obstante, es que todas las instituciones comunitarias se enfrentarán a una serie de problemas graves que complicarán el avance en la integración de la UE durante los próximos años. La más importante, sin duda, es la desafección ciudadana existente, que se expresa tanto en los datos que aportan las estadísticas de Eurostat, como en el apoyo popular a fuerzas políticas euroescépticas o ya abiertamente eurófobas, como es el caso del UKIP en el Reino Unido o del Frente Nacional en Francia. Esta desafección, multiplicada desde el inicio de la crisis ante el contenido y continente de las respuestas dadas, solo puede ser combatida poniendo al ciudadano en el centro de la integración comunitaria, y más hoy en día, cuando las herramientas tecnológicas así lo permiten.

Aunque esto se logre, no cabe duda de que seguirán existiendo dificultades inmensas para avanzar en la profundización de uno de los proyectos más importantes de la Historia. Lo que conseguirá la UE, en cualquier caso, es que las voces que claman contra una supuesta falta de legitimidad democrática en la toma de decisiones tengan que bajar su tono, y, sobre todo, que la ciudadanía se sienta partícipe y apoye un proyecto que tendrá como destino final el que así deseen los europeos.

Salvador Llaudes