Stavros Dimas, único candidato a la presidencia griega propuesto por el Gobierno de Samarás, no logró salir elegido en ninguna de las tres rondas de votación que tuvieron lugar en el Parlamento heleno durante el pasado mes de diciembre. 

Para su elección, en las dos primeras rondas era necesario el respaldo de dos terceras partes de los diputados griegos. Puesto que estas dos primeras rondas no fueron fructíferas, se dio paso a una tercera, en la cual Dimas tan sólo necesitaba 180 votos. Aun así, se produjo un nuevo fracaso. En tal caso, la Constitución griega exigía la disolución del Parlamento en un período de diez días y la convocatoria de elecciones parlamentarias. Así pues, los ciudadanos griegos deberán acudir a las urnas para elegir un nuevo presidente el próximo domingo 25 de enero.

Dadas las circunstancias, se plantean dos posibles escenarios postelectorales. El primero de ellos, con la coalición de izquierdas Syriza como vencedora en el 25-E y el segundo, con el partido del todavía Primer Ministro Antonis Samarás, Nueva Democracia, como ganador. La segunda de las posibilidades sería, probablemente, la que menos quebraderos de cabeza causaría a los acreedores europeos en tanto en cuanto Samarás ha asegurado que, en caso de que su partido ganara las elecciones, mantendría los compromisos contraídos con la UE. Según los sondeos, no obstante, es la coalición Syriza la que se encuentra actualmente en cabeza, con, aproximadamente, un 28% de los apoyos.

En este sentido, lo que realmente preocupa a los socios europeos de Grecia es que el partido liderado por Alexis Tsipras cumpla con sus promesas electorales en el caso de convertirse en vencedor en el 25-E. A pesar de tener un programa electoral mucho más moderado que el de los anteriores comicios de 2012, el líder de Syriza apuesta por el abandono del programa de rescate al que se encuentra sujeto la nación griega y también por la quita o reestructuración de la altísima deuda del país, que se encuentra en torno al 180% del PIB.

Frente al peligro que implicaría el acometimiento de estas acciones, se han dado dos posicionamientos. El primero es el filtrado por el entorno de la canciller alemana, Angela Merkel, y de su ministro de finanzas, Wolfgang Schäuble, que estima inevitable y “manejable” una salida de Grecia del euro si el día 25 de enero Syriza gana y sigue adelante con su propuesta de llevar a cabo una quita o una reestructuración de la deuda. No obstante, esta postura tan radical no parece ser sino una llamada de atención para, en primer lugar, tratar de influir en la opinión de los electores, y en segundo lugar, partir desde una fortaleza mayor en la futura negociación que no provoque las iras de su propia opinión pública, ya que asumir en términos políticos a estas alturas lo que significa una quita de la deuda es complicado, y lo es tanto para Alemania como para otros países deudores como Finlandia o Austria, e igualmente para países que han tenido que someterse a los duros dictados de la Troika, como Portugal, Irlanda o la propia España.

El segundo de los posicionamientos a los que hacíamos referencia es el adoptado por la Comisión Europea. En contraposición a las opiniones de Berlín, el ejecutivo comunitario asegura que la pertenencia de Grecia al euro es una cuestión irrevocable y así lo ha corroborado el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, quien afirma que la zona euro se mantendrá intacta con independencia de quien gane en los comicios del 25-E. Además, el propio Tsipras ha defendido la necesidad de permanencia de su país en el euro (cuestión lógica ante el apoyo de la opinión pública griega a la moneda común). En este sentido, la propuesta actual de la Comisión consiste en una prórroga del rescate griego hasta un máximo de seis meses en aras de evitar problemas de liquidez entre la fecha que marca el final de la ayuda europea y la consecución de un nuevo acuerdo con Atenas con respecto a un nuevo rescate, que, en todo caso, tendría unas condiciones menos duras que las de sus antecesores.

En cualquier caso, si algo podemos sacar en claro a partir del análisis realizado es que, más allá de quien gane las elecciones, si la Comisión Europea mantiene su plan de extender el rescate griego, la incertidumbre con respecto a la amenaza de una nueva crisis en la zona euro se suavizaría, al menos en cierto modo. En gran medida, esta incertidumbre quedaría notablemente paliada porque la prórroga dejaría más tiempo a Atenas para negociar con la eurozona. Además, disponer de este mayor margen de tiempo permitiría al BCE y a Alemania no aplicar decisiones drásticas de manera inminente.

Elisa Rodríguez