Frente a la imposibilidad de poner fin a una prolongada crisis de Gobierno, Benjamín Netanyahu ha llamado a los israelíes a acudir a las urnas a mediados del próximo mes de marzo.

 Dicha crisis llegó a su punto álgido tras la aprobación de un primer borrador de la ley del “Estado-nación judío”, que pretendía consagrar la naturaleza judía del país y por la cual un 24% de los israelíes no judíos (árabes y drusos, entre otros) quedarían relegados a la categoría de ciudadanos de segunda. Desde entonces, el número de detractores del Primer Ministro dentro del Gobierno ha ido en aumento. Tanto es así que ni siquiera las facciones más moderadas de su coalición de 13 partidos le respaldan, de tal modo que, a día de hoy, ya sólo cuenta con el apoyo del ala más derechista del Knesset (Parlamento).

Más concretamente, en el momento en que se anunció el adelanto electoral parecía que Netanyahu no sólo había ganado rivales fuera de las filas del Likud, sino también dentro de las mismas. El ex-ministro del Interior, Guideón Saar, y el diputado Danny Danon se presentaban como algunos de sus principales adversarios dentro del partido. Frente a esta situación, el Primer Ministro, temeroso por el ascenso de Saar y Danon, adelantó también las elecciones primarias del 6 de enero al 31 de diciembre en un intento de tratar de evitar que sus compañeros de partido pudieran organizar sus filas y hacerse con el liderazgo del mismo. A pesar de la incertidumbre que rodeaba la cuestión, Netanyahu logró una holgada victoria en las primarias del Likud.

Proclamándose vencedor en las primarias de su partido, el jefe de Estado israelí consiguió disipar las dudas acerca de los apoyos que realmente tiene dentro del mismo. Parece claro, por tanto, que la popularidad de Benjamín Netanyahu entre los miembros del Likud y sus afiliados no se ha visto especialmente dañada en los últimos meses. El hecho de que su popularidad no se haya visto reducida entre los activistas de su partido puede explicarse porque, de un tiempo a esta parte, estos han virado hacia una derecha más extrema. He aquí una posible razón por la cual los seguidores de Netanyahu le brindan más apoyo cuanto más duras son sus políticas. Podemos encontrar un ejemplo bastante claro en el hecho de que el Primer Ministro recibió más respaldo por parte de los suyos durante la contienda contra Gaza del pasado mes de julio. Sin embargo, su popularidad se redujo al poner fin a dicha operación. Una prueba más del viraje derechista de los afiliados al Likud es que, a pesar de haber aprobado el proyecto de ley del “Estado-nación judío”, que discrimina a todos aquellos ciudadanos israelíes que no sean judíos, Netanyahu ha sido nuevamente elegido como candidato oficial del Likud.

No obstante, no cabe duda de la pérdida de apoyos por parte del resto de formaciones políticas que componen el Knesset. Así, el número de enemigos de Netanyahu dentro del Parlamento ha ido en aumento, especialmente desde que el pasado 2 de diciembre expulsara a sus Ministros de Finanzas y Justicia, Yair Lapid y Tzipi Livni, y se iniciara el proceso de disolución del Gobierno de cara a las próximas elecciones. Desde entonces, los partidos de centro-izquierda han tratado de aunar fuerzas para desbancar al Primer Ministro y evitar que logre renovar por tercera vez su mandato. De este modo, el líder del Partido Laborista, Isaac Herzog, y la ya ex-ministra de Justicia y líder de Hatnuá, Tzipi Livni, han pactado unirse formando una única lista (Hamahane Hatzioni, en hebreo) a fin de lograr dicho propósito. El gran rival de Netanyahu de cara al 17-M será precisamente esta formación compuesta por laboristas y Hatnuá, a la cual los sondeos más recientes vaticinan 25 escaños, tres más que al Likud.

Aun así, a pesar de que las últimas encuestas prevén la victoria de coalición de centro-izquierda en los próximos comicios, la diferencia entre los escaños vaticinados para éstos y para el Likud es escasa. Ello implica que Netanyahu tiene aún bastante margen de maniobra para hacerse con el voto de otros sectores de la población, como los más ultraderechistas. Además, puesto que los puntos fuertes de Netanyahu son seguridad y defensa, el asesinato de cuatro judíos tras los atentados de París y las promesas del mandatario por luchar contra el extremismo podrían hacer que otros muchos ciudadanos israelíes decidieran respaldar al todavía Primer Ministro de Israel.

Elisa Rodríguez