Hace apenas unos días me encontraba en la Representación Permanente de Turquía ante la Unión Europea (Avenue des Arts 36, Bruselas), asistiendo a la presentación por parte de un diplomático turco en la que nos explicaron a grandes rasgos la naturaleza de las relaciones entre la Unión Europea y Turquía, que se remonta a 1963, con el Acuerdo de Ankara.

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Evidentemente, uno de los ejes principales que vertebró la explicación era la candidatura de adhesión de Turquía a la UE (cuyas negociaciones comenzaron en 2005). A este respecto, el diplomático turco planteaba tres problemas fundamentales que dificultaban enormemente su ingreso ya no a corto plazo, sino a medio e incluso largo plazo:

-El primero de los asuntos era el conflicto con Chipre, uno de los 27 Estados Miembros que componen la UE a fecha de hoy.

-El segundo, las diferencias religioso-culturales de Turquía respecto a la Unión Europea.

-El tercero, las consecuencias de su irrupción en la UE (no olvidemos que Turquía es una potencia poblacional y que los tratados de la UE dan poder en función del peso demográfico que tienen los países).

En relación al primero de los temas, como es de sobra conocido, en 2004 Chipre pasa a ser miembro de la UE. Turquía, único país del mundo que no reconoce la soberanía chipriota, ve bloqueado desde entonces la apertura de un buen número de capítulos (en total son 31) que tiene que cerrar para poder cumplir los requisitos del acquis communautaire. Unos años antes, más concretamente en 1974, Turquía, defendiendo los intereses de la minoría turca de la isla (no olvidemos que la misma está dividida en dos comunidades: greco-chipriotas y turco-chipriotas), envió hasta 40.000 soldados turcos, que contribuyeron a la instauración de la República Turca del Norte de Chipre, reconocida únicamente por Turquía.

Desde entonces, Turquía se ha negado a retirar a sus soldados, invitando eso sí a las partes a negociar las condiciones de un acuerdo favorable para ambas que solucione el conflicto de una vez por todas. Unos días antes del acceso chipriota a la UE se celebró un Referéndum que parecía iba a dar la solución definitiva. Sin embargo y aunque la parte turco-chipriota de la isla dio el sí por un 65%, la greco-chipriota votó masivamente en contra (alrededor de un 76%, dentro de los cuales no se encontraba el actual presidente del país, Nikos Anastasiadis, con lo que nuevas esperanzas se posan en la solución al conflicto).

En cualquier caso, la UE ya había aceptado la entrada de Chipre y por tanto el diminuto Estado, único del mundo que lleva en su bandera la forma geográfica del país (en el que se incluyen las dos comunidades que lo forman), de apenas un millón de habitantes y sito geográficamente en el continente asiático, pasó a ser parte de la UE, así como el conflicto que llevaba en su seno.

Los episodios acaecidos últimamente, con la búsqueda de una solución al problema financiero han vuelto a poner de manifiesto la fragilidad institucional y la dificultad en la toma de decisiones en el ámbito comunitario (a pesar de suponer únicamente un 0,2% del PIB de la Eurozona, como señala Federico Steinberg)[1]. Así, se han vivido momentos angustiosos, con la llegada del temido corralito a Europa, que han provocado que se hablase de la posible salida de Chipre de la zona Euro (no prevista en los Tratados) e incluso de la salida del país de la Unión Europea.

Esta última posibilidad, que podría ser una catástrofe para la UE, al sentar un precedente terrible (y del que no es la primera vez que se habla, aunque en otras ocasiones era Grecia la posible damnificada), podría incluso tener un efecto positivo de cara al posible ingreso de Turquía como miembro de pleno derecho de la UE.

Como mencionábamos anteriormente, Turquía se enfrenta en la actualidad a diversos condicionantes adversos para poder entrar en la UE. El primero y principal (según nos contaba el diplomático turco) es el bloqueo que le produce su falta de reconocimiento a un miembro de la UE, esto es, Chipre. En caso de que Chipre dejase de ser miembro de la UE, problema resuelto en gran medida.

No obstante, aún quedarían muchas otras cuestiones, siendo las principales las otras dos que comentábamos: diferencias religioso-culturales y poder en la UE. En cualquier caso, ambas se podrían solucionar con voluntad política, pues en la realidad las diferencias culturales son mayores entre un sueco y un español (por ejemplo) que entre un griego y un turco. En cuanto a la religión, no olvidemos que ya existen 30 millones de musulmanes en la UE, y esto per se no es un problema (dejando a un lado cuestiones de integración, más difíciles según qué casos). Además, y en este sentido, Turquía ha demostrado que se puede ser un país musulmán y tener una democracia (de más de 90 años).

La calidad de la democracia turca, en cualquier caso, debería ser fortalecida. En este sentido, la política de condicionalidad de la Unión Europea debe jugar un rol importante. Turquía es el país con mayor número de periodistas encarcelados de todo el mundo. Tanto la cuestión de la libertad de prensa como la del respeto a las minorías, siendo los kurdos su mayor exponente, o una mayor pérdida de poder del ejército en la vida civil (si bien es cierto que en los años en los que Erdogan lleva gobernando las cosas han cambiado radicalmente en este sentido), serían solamente algunos de los aspectos a mejorar.

El último aspecto, como decíamos era el del poder una vez alcanzado el objetivo de entrar en la UE. Parece lógico que un país del peso geopolítico y demográfico de Turquía quiera tener un papel importante a la hora de orientar las políticas de la Unión, pero parece lógico igualmente que este rol no debería sobrepasar al de Alemania ni al de Francia, tradicionales ejes bajo los que se vertebra el proyecto comunitario. De esta forma, una reforma de los Tratados en la que se pudiese hacer un equilibrio entre estos factores, debería ser tomada en cuenta y llevada a la práctica. Esta revisión podría desbloquear las pegas que hoy en día tanto Francia como Alemania plantean.

Hoy, tras la evolución de los acontecimientos de los últimos días, parece imposible que Chipre sea abandonada a su suerte y acabe dejando la UE. Así, Turquía, si sigue teniendo interés en formar parte del proyecto más importante de la historia de Europa, tendrá que ejercer su responsabilidad y buscar fórmulas imaginativas que permitan una solución para el conflicto chipriota, empezando por sacar a los miles de soldados que hace tantos años están en el suelo de la isla. Una vez solucionado dicho conflicto, no cabe duda de que le será mucho más sencillo (si bien tenemos que pensar en un ingreso a medio-largo plazo) poder unirse a una Unión Europea que a fuerza de crisis está descubriendo que una mayor integración es necesaria para que el proyecto europeo funcione.

Salvador Llaudes


[1] Steinberg, Federico: “Alemania juega con fuego en Chipre”. Comentario Elcano 23/2013, 21/03/2013. realinstitutoelcano.org